Si el gobierno del presidente **Enrique Peña** está empeñado en acabar con las posiciones económicas dominantes, hay una actividad dentro del turismo que no ha sido afectada y que no sólo influye sobre la competividad de México, sino que castiga injustamente a los consumidores.
Se trata del transporte terrestre en los destinos turísticos, donde las prácticas oligopólicas se traducen en precios excesivamente elevados, fuera de toda lógica de mercado.
Un caso interesante es Cancún, una isla interconectada por puentes con la península de Yucatán, en donde los taxistas cobran impunemente sumas que no se justifican por los recorridos limitados que implica transitar en la zona hotelera.
El caso es relevante porque, junto con la Riviera Maya, conforma el destino de playa más exitosa del país y, mientras la competencia es feroz en otras muchas actividades, los taxistas cometen abusos que no son sancionados por las autoridades.
Un caso extremo es el de Cozumel, el semillero político de Quintana Roo, donde los taxistas de plano tienen el monopolio del transporte terrestre en dicha isla.
Hay casos tan incongruentes como atender a dos distinos pasajeros en una misma unidad, por lo general un Volkswagen avejentado, donde los días de gran afluencia de visitantes por la llegada de cruceros acostumbran cobrar tarifa completa a cada uno aunque los suban al mismo tiempo a un solo vehículo.
En Los Cabos los turistas tienen que pagar tarifas muy elevadas por ser transportados en camionetas desvencijadas que entraron de Estados Unidos con permisos especiales para las zonas fronterizas que, además, limitan la compra de autos nuevos y fabricados en el país.
Así como esos hay otros muchos casos y, en todos ellos, el factor común es el corporativismo; aquel viejo concepto de la política mexicana en donde ciertos grupos sacan ventaja no sólo por ser numerosos y tener un peso electoral específico en los años de votaciones, sino porque tienen relaciones políticas clave dentro del gobierno.
Cambiar la lógica de negocio del transporte terrestre en los destinos turísticos no tiene que afectar el empleo ni provocar la desaparición de empresas; sino quitarle canongías a líderes, para que los viajeros obtengan un servicio de mejor calidad y a menores precios.
**Divisadero**
Boeing. La desaparición del 777 de Malasia Airlines tiene el potencial de generar un fuerte impacto en la aviación comercial, la confirmación de que sucedió por una acción criminal premeditada debe obligar a las aerolíneas a revisar sus procedimientos de registros de pasajeros, pero también sus sistemas de geolocalización.
Es increíble que resulte más sencillo encontrar un teléfono inteligente y que una nave que cuesta cientos de millones de dólares y que lleva a bordo cientos de vidas humanas.