Hoy incluso los restaurantes en la exclusiva zona de Santa Fe en la Ciudad de México, ofrecen un panorama desconcertante; los negocios más acreditados apenas se ocupan a la quinta o cuarta parte de sus mesas, no obstante las fuertes inversiones en que están soportados.
Muchos clientes siguen recluidos en sus hogares por la pandemia, otros tienen menos dinero, el negocio corporativo se ha reducido y muchos de los expats, los ejecutivos extranjeros que viven en la zona, no han retornado de sus países de origen y tampoco está claro cuándo lo harán.
Los políticos opositores a Morena demandan apoyos con recursos públicos para evitar el colapso de puestos de trabajo; fondos que el gobierno del presidente López Obrador no está dispuesto a otorgar.
Hay que insistir, mejorar el ambiente económico es responsabilidad del gobierno; pero hay que aceptar que durante uno, dos o tres años más la realidad será radicalmente distinta a la que habíamos conocido en México en las últimas tres décadas.
Salir a comer a un restaurante, como sucedía hace 40 años, se está volviendo una ocasión especial que será elegida con cuidado; lo mismo sucede con los viajes, pues prácticamente todos hemos bajado la frecuencia de los mismos.
Esta nueva realidad está poniendo una durísima prueba a los empresarios y a los trabajadores, que además deberán mantener un estándar elevado de servicio ganando menos dinero.
Algunos ya han tirado la toalla, otros siguen en la etapa de negación propia de los duelos; pero los clientes y los viajeros están siendo más selectivos y no perdonarán las malas experiencias, de los que se están volviendo placeres escasos.
La crisis de 2020 comienza a destruir algunas estructuras del turismo y la restaurantería. ¿Qué pasará si más aerolíneas quiebran y los destinos pierden conectividad?, por ejemplo.
¿Las autoridades financieras y los bancos estarán a la altura de las circunstancias y flexibilizarán las condiciones de créditos en marcha o, como sucedió en el pasado, terminarán transformándose en restauranteros u hoteleros?
El ser humano es un animal que tropieza con las misma piedra.
Los empresarios decididos a prevalecer deben seguir garantizando los más altos estándares sanitarios, lo que también está impactando sus costos; deben seguirse comprometiendo con su personal antes de romper la liga con ellos y necesitan defender marcas y prestigio.
También es momento de capacitarse, de sacarle más ventaja a la tecnología y de evolucionar con las herramientas de la mercadotecnia digital; pero haciendo, además, un gran esfuerzo en lo cotidiano.
La semana pasada el actor Matt Damon cumplió 50 años y viene a la memoria Invictus su gran película sobre Nelson Mandela quien confiesa, en un diálogo, que durante sus 27 años en la cárcel, se erguía diariamente de las calamidades recitando el poema de William Ernest Henley que le da nombre a la cinta.
“No importa cuan estrecho sea el camino,
“O castigos lleve mi espalda,
“Soy el amo de mi destino,
“El capitán de mi alma”.
Ésta es una “prueba de fuego” y hay que asumirla como tal.
Una “prueba de fuego” para hoteles y restaurantes

Carlos Velázquez
Periodista apasionado de los viajes y de entender y comunicar cómo funciona la industria del turismo.