“Los que han viajado saben”, dijo ayer el presidente López Obrador, que los aeropuertos no están en el centro (…) que en general están distantes.
En estricto sentido algunos aeropuertos de las grandes metrópolis están lejos del centro y otros están cerca; el JF Kenedy está a unos 45 minutos en taxi en un día normal; el nuevo aeropuerto de Estambul a media hora; Narita a 64 kilómetros del centro de Tokio y más de una hora de trayecto.
El asunto no es qué tan distantes o cercanos están, sino cuál es el modelo mediante el cualtrayecto en a las aerolíneas ganar dinero.
El Aeropuerto Internacional de Tocumen, en Panamá, ha ganado mercado como el principal Hub de Centro y Sudamérica, precisamente porque ha resuelto de manera pro activa ese reto.
Allí llegan aviones de diferentes tamaños y procedencias, nacionales e internacionales y todos interconectan entre sí; incluyendo las maletas que pasan por unas bandas subterráneas; mientras que los pasajeros pueden moverse en el área segura para cambiar de vuelo sin pasar los filtros de seguridad dos veces en muchas de las rutas.
En México hay un desfase de los tiempos y los modelos de conexión, así es que debemos entender que la defensa que hizo el presidente del Aeropuerto de Santa Lucía, es porque faltan menos de seis meses para el 21 de marzo de 2022, fecha prevista para la inauguración, y no hay vuelos programados desde Santa Lucía.
Cualquiera lo puede comprobar, hoy es fácil comprar un boleto de avión con nueve meses de anticipación desde o llegando al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), pero es imposible hacerlo vía Santa Lucía.
Entonces puede llegar la fecha de la inauguración y no sería difícil que los únicos aviones que despegaran o aterrizaran ese día fueran militares o unos de demostración de las aerolíneas comerciales que no quieran pleitos con la 4T.
Quizá sea cierto que dentro de dos años, haya una carretera para llegar en 45 minutos desde el centro de la CDMX a Santa Lucía como dijo el presidente.
Pero el hecho es que dentro de seis meses habrá que invertir más de hora y media para recorrer ese trayecto y sólo lo harán a quienes no les quede otro remedio.
Mientras la aerolíneas defenderán sus slots en el AICM y aunque ya recientemente las autoridades trataron de cambiar las reglas de despegue y aterrizaje, pues se trató de dividir los 61 que se hacen por hora en número simétricos de despegues y aterrizajes, la realidad terminó por imponerse.
Una aerolínea puede distribuir como desee sus operaciones, pues de ello depende su eficiencia y por lo general hay más despegues en la mañana y más aterrizajes en las últimas horas de la jornada.
El otro asunto es la distribución del espacio aéreo, que compartirán Santa Lucía y el AICM lo que provocará que haya menos operaciones por hora en comparación a las que habría de estar en dos regiones geográficas diferentes.
El presidente sabe hablar con la mayoría, dice simple lo complejo, pero en este caso no se trata de que Santa Lucía esté lejos o cerca del centro; sino de que no será viable mientras la consecuencia inmediata de su funcionamiento sea restarle rentabilidad a las aerolíneas que no acaban de salir de su peor crisis derivada de la pandemia.