Un gobierno que no le pregunta a los mercados

 
Carlos Velázquez
hrs.

Andrés Manuel López Obrador lanzó esta semana otra idea sobre el turismo que está irremediablemente condenada al fracaso; se trata de concesionar el avión presidencial a una paraestatal del Ejército Mexicano con el propósito de rentarlo para fiestas y viajes de incentivos.



En varios temas económicos y también en el turismo, el mandatario no le pregunta a los expertos, ni ordena investigar cuáles son las preferencias y necesidades de los mercados.

Desde que propuso vender el avión que ni Obama tenía, durante su campaña presidencial, varios especialistas dijeron que debido a las limitaciones de sus motores, era imposible que lo adquiriera una aerolíneas comercial tradicional para transportar pasajeros.

La única solución en ese momento, y ahora, es venderlo a lo que esté dispuesto el mercado a pagar por él; algo que el presidente ha rechazado porque, desde su perspectiva, sería rematar un bien de la nación.

La paradoja es que si no lo remata, le seguirá costando al país y le seguirá poniendo “dinero bueno al malo”.

Con la idea de rentar el avión pasará lo mismo.

En 2018, para ejemplo, la empresa de cruceros Crystal presentó en el evento anual de Virtuoso en Las Vegas un Boeing 787, como el de la Presidencia de México, que sería rentado como charter de lujo para viajes de incentivos y familias adineradas.

Crystal se estaba aliando con Virtuoso para que miles de agentes de viajes del mercado de lujo en el mundo se encargaran de promoverlo; de hecho compartieron que ese fin de año una familia mexicana ya lo había rentado para viajar a Patagonia.

Sin embargo, la demanda se concentraba en fechas y temporadas especiales, pero muchas semanas se quedaba parado y mientras había que pagarle a un equipo, incluyendo una tripulación especializada.

Al cabo de un año, antes de la pandemia, el proyecto de Crystal “naufragó” o más precisamente se estrelló contra la realidad del mercado.

La empresa militar Olmeca Maya Mexica, que comercializará el avión, carece de experiencia en el mercado de los viajeros de lujo, tendrá que buscar opciones para llegar a los viajeros internacionales, generará gastos y al cabo del tiempo se encontrará con lo mismo que le pasó a Crystal y a otras empresas que han intentado negocios similares, alentados además por la idea de ganar dinero.

La falta de diálogo con el sector turismo se observó también en el Aeropuerto Felipe Ángeles, pues el problema no fue que empresarios y dirigentes del sector turístico no fueran invitados a la inauguración del mismo; la tragedia fue que tampoco se les consultó para el diseño y el propósito del mismo.

Lo que requería el área metropolitana de la Ciudad de México era un aeropuerto que permitiera la interconexión de aviones de diferentes tamaños y característas, para que se convirtiera en un nuevo hub.

Más allá de las historias sobre el dinero que se tiró, la obra que fue entregada a medias y si son mejores las tlayudas que las hamburguesas; el centro de la república sigue y seguirá sin un aeropuerto de clase mundial que cumpla con esa tarea de interconexión.

Una tarea que mantendrá el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), aunque se siga cayendo a pedazos.

Al presidente no le interesan los empresarios turísticos, pero esa perspectiva le está costando mucho a la competitividad de México.



hrs.

Periodista apasionado de los viajes y de entender y comunicar cómo funciona la industria del turismo.

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