La Paz. Utilizando una metáfora cruel pero precisa, el biólogo Carlos Narro dice que abrir el dorado a la pesca comercial para generarle ingresos de corto plazo a los pescadores pobres, entonces también se podría permitir la caza de la ballena para vendérsela a Japón.
El secretario técnico de la Asociación Sudcaliforniana de Pesca (Asupesca), dice que la visión de la legislación mexicana de administración de las pesquerías está rezagada, pues los países más avanzados impulsan un enfoque ecosistémico de la pesquería.
En su actividad cotidiana, él ha marcado ejemplares de dorados en Los Cabos que dos semanas después han sido identificados en las costas de Nayarit o Jalisco.
Se trata de peces capaces de recorrer grandes distancias y que migran siguiendo a los bancos de otros más pequeños que le sirven de alimento.
Narro acepta que eventualmente el “dorado costero”, la especie que hay en México, llega hasta Sudamérica o se interna en el océano. También aclara que la preponderante en Perú es la oceánica que se interna hasta 300 millas náuticas de la costa y que es mucho menos atractivo para la pesca deportiva.
Esto porque la especie costera es más espectacular, tiene colores más vivos y es capaz de librar una gran batalla, antes de ser sacado del mar.
Reconoce que no hay datos sobre el número de dorados en el planeta y que la hembra pone 1.9 millones de huevecillos cada vez, aunque la tasa de supervivencia es mínima, pues, incluso es un pez caníbal.
Desde su perspectiva, el mayor problema es que por la falta de ese enfoque ecosistémico, se pierde de vista que al poner en riesgo una especie atractiva para la pesca deportiva que es alimento de especies mayores, se pondría en riesgo un conjunto de actividades, incluido el turismo, que son mucho más valiosas para los humanos.
El dorado se conoce en Estados Unidos como mahi-mahi, palabra hawaiana, debido a que en las inmediaciones de esas islas abundaban en el pasado, aunque hoy se agotaron, lo que también podría pasar en México.
La pesca deportiva, por decirlo así, está en el ADN del turismo de Baja California Sur (BCS) y Carlos Van Wormer, diputado local por Morena y secretario de Pesca en el Congreso de ese estado, ha sido un actor de primera línea.
Propietario de un hotel especializado y de lanchas de pesca en el área de Los Barriles, cerca de La Paz, recuerda que, precisamente allí, nació la práctica del catch & release, capturar y liberar.
La abundancia de peces, el costo de los permisos, pero también la conciencia de los pescadores por realizar una actividad sustentable, permitieron perfeccionar esta técnica para garantizar la supervivencia de los peces devueltos al mar.
Van Wormer asegura que, el año pasado los turistas pagaron 60 millones de pesos en permisos de pesca en BCS, que son destinados a un fondo para la investigación y desarrollo de la pesca.
Son pocos los empresarios que tienen varias embarcaciones, la mayoría son propietarios de una o dos pangas e incluso los pescadores ribereños, como se verá mañana, se benefician de esta actividad.