Rosewood es una de las cadenas hoteleras de mayor fama a nivel mundial, en el segmento del turismo de lujo. Para llegar a México lo pensó mucho, por eso fue hasta el sexenio de **Ernesto Zedillo** que tuvo su primera propiedad en nuestro país: Las Ventanas al Paraíso, en Los Cabos, la cual fue inaugurada por el entonces Presidente de la República.
De ahí tuvieron que pasar once años para que abriera otro de sus hoteles en nuestro país: Rosewood Riviera Maya, en el desarrollo inmobiliario y hotelero Mayakoba, concebido por la hoy atribulada empresa española OHL, cuyos directivos en México viven desde hace meses bajo la sospecha de corrupción y sobornos.
Y ya solamente tres años después, en 2011, abrió su tercera propiedad, ahora alejada de la playa y en una ciudad colonial del estado de Guanajuato: San Miguel de Allende.
Actualmente, podría decirse que Las Ventanas al Paraíso se mantiene como uno de los mejores tres hoteles de la plaza gracias a que, a pesar de que ha sido vendido varias veces, sus nuevos dueños siempre han mantenido a Rosewood como operador.
Para el caso de Rosewood Mayakoba, también se ubica entre los mejores del destino. Sin embargo, la posición del Rosewood San Miguel de Allende es más contundente: nadie tiene duda de que, desde el día que abrió, hace cinco años, se convirtió en el mejor de la ciudad y seguramente de todo el estado.
La semana pasada en este espacio hablamos de lo contradictorio que es San Miguel como destino turístico, ya que siendo uno de los mejores de México y del mundo, su promedio de ocupación hotelera anual apenas y raya en el 42%. Pues bien, en un sitio donde los hoteles tienen vacíos el 58% de sus habitaciones al año, el Rosewood tiene tarifas promedio de 270 dólares la noche entre semana, que es cuando la ciudad prácticamente se vacía de visitantes, y se da el lujo de elevarlas a 700 dólares los fines de semana, que es cuando hay la mayor demanda. Y conste que estamos hablando de promedio de tarifas, porque claro que tiene suites que llegan a cotizarse por arriba de los mil dólares.
Para la localidad, la llegada de este hotel —inaugurado por **Felipe Calderón**— significó una fuerte derrama económica, ya que sus dueños no sólo plantearon construir un hotel sino que, al igual que sus otras dos propiedades en México, el proyecto iba acompañado de un desarrollo inmobiliario para una clientela de alto poder adquisitivo. Para dar una idea: hace trece años, cuando Las Ventanas al Paraíso comenzó a construir sus primeras residencias, su fama era tal que el precio llegó a alcanzar los diez mil dólares el metro cuadrado.
La inversión que tanto para el hotel como para el fraccionamiento se hizo en San Miguel de Allende fue de 250 millones de dólares, todo construido en un terreno de cinco hectáreas.
Este Rosewood únicamente cuenta con 67 habitaciones, pero su planta de trabajadores alcanza los 200, lo cual da un promedio de 2.8 empleados por cuarto, una media por arriba de lo acostumbrado en esta industria.
Pero el generar fuentes de trabajo no es su única relación con la comunidad de San Miguel —como generalmente sucede en cualquier destino—, sino que ha establecido políticas de responsabilidad social que bien podrían tomar en cuenta otras cadenas del mismo nivel: como política interna tienen establecido que todos sus proveedores –que reúnan la calidad que demanda una firma como esta— deben estar establecidos en un radio de 145 kilómetros. Sobra decir que hay productos de importación que llegan de fuera o algunas cosas no las encuentran dentro de ese límite, por lo que tienen que recurrir a empresas más lejanas.
Esta decisión ha propiciado que el hotel cuente con una larga cadena de pequeños proveedores artesanales de la localidad y sus alrededores, a los cuales les compran desde escamoles, hasta gusanos de maguey, quesos, artesanías, muebles y muchos otros productos.
Sin duda, esta es una de las mejores maneras en que una empresa turística puede hacer que una parte de los cientos o miles de dólares que sus huéspedes suelen pagar por pernoctar una noche, permee hacia la sociedad local, logrando que la derrama económica que generan esos visitantes no sólo beneficien al hotel, sino también a los comerciantes de la región. Esa es la mejor y más directa manera en que el turismo puede mostrar el impacto que puede lograr en las economías regionales. El próximo Rosewood estará en Puebla, otra ciudad colonial, ojalá y sus colegas de San Miguel los asesoren al respecto.