Hace algunas semanas un empresario turístico importante decía que él y sus socios esperaban invitar en enero al presidente López Obrador, para poner la primera piedra de un nuevo hotel de cientos de habitaciones.
Vamos a seguir invirtiendo, dijo, salvo que se cancele el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM).
Sólo si eso sucede, comentó, habría que revisar si mantenemos un plan de inversiones agresivo como el que tenemos.
Era un comentario off the record, pero cuando el autor de este espacio le platicó esta anécdota a Sergio Allard, presidente de la Cámara Nacional de Aerotransporte (Canaero), replicó con ese humor negro que lo caracteriza: “Es que nadie se quiere mojar, a mí es al único que van a correr del país”.
Ciertamente la defensa que ha hecho este último, y la mayoría de los expertos en el negocio aéreo, ha sido valiente, directa, con muchos argumentos pero hacen faltan más empresarios.
El lunes pasado Daniel Chávez, presidente de Grupo Vidanta, dijo que la discusión ya había dado buenos resultados porque gracias a ella Carlos Slim había propuesto usar materiales mexicanos y generar un ahorro de mil millones de dólares.
En este espacio publicamos una serie de reportajes sobre el Aeropuerto de Panamá, otra de las obras del arquitecto Foster, y ciertamente uno de los hallazgos fue que si bien la terminal dos que él diseñó era estéticamente atractiva, funcionalmente dejaba mucho que desear.
De hecho fue necesario hacer obras adicionales para interconectar las dos terminales y para que contara con un sistema de transporte del equipaje entre ambas; lo que obligó a suprimir un jardín botánico que fue reemplazado por tiendas para acotar costos y aumentar ingresos.
Pero también este hub es un ejemplo del impacto económico de una obra de esa magnitud, pues el aeropuerto es la segunda fuente de riqueza para ese país después del Canal de Panamá.
Un aeropuerto que interconecte vuelos nacionales con internacionales y aviones de todas las dimensiones, será una obra de infraestructura clave para llegar a esos 60 millones de viajeros al año de los que habla Pablo Azcárraga, presidente del Consejo Nacional Empresarial Turístico (CNET).
Además de los argumentos técnicos que siempre han favorecido al NAICM, la primera razón por la que un gobierno comprometido con mejorar la condición de vida de los menos favorecidos debe apoyarlo precisamente es porque generará muchos empleos no sólo por el aeropuerto mismo sino por el turismo.
Pero la segunda es que cancelarlo sería tanto como encender innecesariamente las alarmas de los grandes inversionistas, que ya están nerviosos por el tema de los cambios en la política petrolera.
Iniciar la próxima administración con un escenario de inversiones que se frenan y capitales que se van, puede avivar los temores más grandes de que también regresarán esas decisiones tipo Echeverría y López Portillo que tanto daño le hicieron a México.
Divisadero
Pausa. Esta columna con vocación turística se volverá a publicar hasta el 30 de octubre, precisamente por un viaje a lugares distantes e incomunicados.