El pleito en el que están trabados la dirección del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), que encabeza **Alfonso Sarabia**, y Fumisa, que lleva **Ruffo Pérez Pliego**, amenaza con afectar a comerciantes y viajeros, aunque, como se dice vulgarmente, “no tengan vela en ese entierro”.
Al menos estos últimos ya enfrentan una situación de incertidumbre, ante las amenazas de **Sarabia**, quien dijo públicamente que cerrará los locales de aquellos que no acepten firmar los nuevos contratos con su administración.
El origen de esta truculenta historia se gestó ante la necesidad que tiene la administración del AICM de incrementar sus ingresos para hacer frente a gastos urgentes y el “término” del contrato de Fumisa, como concesionaria de las áreas públicas comercializables.
Esta empresa, filial del enorme fondo de inversión Advent, tiene un contrato que le permite ampliar el término del mismo, en la medida en que no alcance una tasa interna de retorno previamente pactada.
Ésta según los cálculos de **Sarabia** ya se consiguió con creces, pero Fumisa argumenta que no ha sido así y tiene las cifras para tratar de demostrarlo.
Lo que debió haber sido un tema de negocios, que en un momento dado se debería dilucidar en los tribunales, ya se convirtió en un pleito ampliamente ventilado en los medios de comunicación.
Desde la última semana del año pasado, la administración del aeropuerto comenzó a generar unos comunicados diciendo que se vencía el término y que iba a proceder a tomar la administración de los espacios comerciales. Originalmente el argumento que ofreció fue que de esa manera se podría mejorar la calidad del servicio de los mismos.
Algo de lo más extraño, pues si bien dichos espacios no ofrecen una experiencia de compras de clase mundial, como en los aeropuertos de Londres o de Seúl, tampoco hay propiamente un problema.
La variedad de establecimientos es amplia, los precios son más elevados como ocurre en sitios donde se cobran rentas igualmente altas y el que haya opciones más novedosas es un asunto principalmente de mercado y de competencia.
Entonces si no hay un problema como tal, ¿para qué tratar de solucionarlo?
La respuesta es que existe mucho dinero en juego y que ciertamente **Sarabia** observa allí un filón que haría palidecer los que buscaban los gambusinos, durante la fiebre del oro en Alaska.
Partiendo incluso de la base de que esos recursos se utilizarán para mejorar la infraestructura del aeropuerto, no debería haber razón ni para la rudeza ni para las acciones extralegales.
Ahora que se esperan grandes inversiones producto de las reformas del gobierno de **Enrique Peña**, para nada convendría que Advent saliera a decir que en México no se respeta la ley.