Los militares no tienen vocación de “turisteros”

 
Carlos Velázquez
hrs.

Si la decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de darle responsabilidades y poderes crecientes al Ejército y la Marina genera inquietud por lo que ha pasado en otros países con los gobiernos castrenses; operativamente en el turismo ya está generando consecuencias inadecuadas y costosas.



Nadie pone en entredicho que su presencia era importante en la conducción de algunos aeropuertos, como los de Nuevo Laredo y Matamoros.

Ambos puntos neurálgicos en el trasiego de drogas de México a Estados Unidos y, por lo mismo, no había un director de esas terminales que no fuera amenazado o comprado por el crimen organizado.

Ahora el narco sabe que se enfrenta a autoridades que también hacen trabajo de inteligencia y con capacidad de respuesta armada.

De allí a que administren el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) o el próximo Aeropuerto de Tulum, hay una gran diferencia.

En este último, algunos funcionarios propusieron que el Operador de Base Fija (FBO, en inglés), como se denomina a la terminal para aviones privados, fuera administrado por particulares especializados en esa modalidad.

El éxito de los mismos, depende de las instalaciones de lujo, el servicio y la capacidad para avituallar con productos especiales a las aeronaves de empresarios y celebridades.

Pero el ejército dijo que la encomienda del presidente incluía todo, es decir vuelos comerciales, de carga y el FBO.

En el AIFA un hombre bien preparado como es el general Isidoro Pastor, su director general, tiene conocimientos de logística, pero su sentido comercial no está muy desarrollado.

Mientras el presidente sigue llevándole clientes al aeropuerto con decretos, amenazas de activar el cabotaje o pidiéndole a dignatarios que aterricen allí para probar que es una terminal segura, hay otras tareas más simples que podrían dar buenos resultados.

La primera tratar a las aerolíneas como clientes, otorgarles facilidades, darles incentivos y resolverles problemas.

Pero el general simple y sencillamente sostiene que él ante todo es la “autoridad”, es decir el que manda, el que decide, el que impone.

Si a un administrador de la iniciativa privada le hubieran dado la encomienda del aeropuerto, ya habría visitado a todos los tomadores de decisiones de sus clientes potenciales y estaría negociando para lograr “como sí”, en lugar de “cómo no”.

Una de las peticiones que le han hecho a Pastor es que no cobre por el uso del estacionamiento, dado que hoy se encuentra ocupado al 10% de su capacidad.

Así es que a quienes ya han pagado la gasolina por ir a un sitio distante, les vendría bien saber que no les costara nada estacionarse; mientras que los poco pesos que entran no harían ninguna diferencia en el presupuesto.

Pero la respuesta ha sido que no, que seguirán cobrando el estacionamiento.

Esta situación se puede complicar en otras de las áreas de responsabilidad turística que tienen las fuerzas armadas.

Un ejemplo tiene que ver con el Tren Maya, donde Miguel Quintana Pali, presidente de Grupo Xcaret, ofreció construir y pagar por una terminal frente a sus parques.

Con más de cuatro millones de visitantes al año a los hoteles y los parques, la estación habría tenido éxito, pero surgieron criterios de competencia empresarial y de envidias que compraron los militares y que dieron al traste con una terminal que hacía sentido.

“Zapatero a tus zapatos”, el tiempo terminará demostrando que los militares no son buenos operadores turísticos.



hrs.

Periodista apasionado de los viajes y de entender y comunicar cómo funciona la industria del turismo.

Notas relacionadas
Ir a la barra de herramientas