LAS VEGAS.– A la pregunta de si en el nuevo hotel SLS Las Vegas existiría un rincón con fotos u objetos para recordar al legendario Sahara, de la década de los cincuenta, que estaba ubicado precisamente en aquella propiedad; Robert Oseland, quien encabeza este proyecto en Las Vegas, dijo que no había nada contemplado al respecto.
Unos minutos antes, había relatado cómo allí se había hospedado por largas temporadas el legendario Elvis Presley y también otros famosos como Frank Sinatra y Judy Garland.
Pero de aquello no queda mucho más y la metáfora más explícita fue un video de ventas donde se observa cómo una explosión controlada derrumbó el histórico inmueble, si es que ese término aplica para una ciudad que no tiene ni 70 años, y a través de la digitalización surge de entre sus escombros un establecimiento de diseño que, con la ayuda del francés Phillip Starck, promete convertirse en el más chic de toda la Strip, como se llama la avenida principal de este destino.
Con 40 millones de visitantes anuales, de los cuales llegan en vuelos directos unos 450 mil mexicanos, aunque la cifra total se estima en unos tres millones; Las Vegas cambia permanentemente y cada uno o dos años ofrece una faceta renovada con la ayuda de algunos cientos o miles de millones de dólares.
Hoy, además del SLS, con una inversión de 415 millones de dólares nada más en el edificio; The Hotel, el producto de lujo del hotel Mandalay Bay, se está convirtiendo en el Delano con una inversión de 80 millones de dólares y también abrió sus puertas The Cromwell con una inversión de 180 millones de dólares.
Y ya está en operación The LINQU, con 550 millones de dólares destinados para una calle peatonal con restaurantes, un enorme boliche que incluye conciertos de rock en vivo, tiendas y que desemboca en el High Roller, la rueda de la fortuna más grande del mundo que permite contemplar Las Vegas desde las alturas y todos los ángulos posibles.
Pero los nuevos productos no se limitan a las megainversiones, la creatividad está en todas partes; desde quienes se disfrazan de minions, los curiosos muñequitos amarillos, pues saben que habrá turistas dispuestos a darles unos dólares a cambio de una foto con ellos; hasta heladerías como BLVD, que ofrecen nieves de sabores inverosímiles, como la de maple con tocino.
Aquí los chefs más famosos, convertidos en celebridades, abren y cierran restaurantes todos los días y el foco de la atención de esta máquina de hacer dinero es cómo responder a los gustos de los turistas; mientras otros muchos destinos no cambian y ni siquiera mejoran sus productos turísticos.