Las debilidades de la industria de reuniones en México

 
Redacción
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Con respecto a la columna publicada la semana pasada, en la que comentamos que el experto en turismo, **Francisco Madrid**, había cuestionado algunas cifras aportadas por el nuevo estudio “La relevancia económica de las reuniones en México-2016”, encargado por la Secretaría de Turismo y realizado por **Arik Staropolsky** y **Eduardo Chaillo** −de la misma manera que objetó algunos números de un estudio anterior llevado a cabo por PriceWaterHouse en 2011−, **Chaillo** me envió el siguiente mensaje:



“Estimado **Gustavo**, agradezco mucho tu interés y énfasis en destacar la importancia de nuestra industria. Me parece que no hay realmente un cuestionamiento de **Paco Madrid**, a quien respeto mucho, sino que se ratifica la distinción entre la industria de las reuniones y el turismo que generan estas convenciones/congresos. Si observan el estudio, sí se desagrega la derrama de los ‘turistas’ a la de los participantes locales o regionales a las reuniones. Recuerda que: hay actores de nuestra industria que NO son turisteros (empresas de audiovisual, traductores, etcétera) y, por otro lado, no todos los participantes a las reuniones tienen que viajar. Por todo lo anterior, considero que no hay debate, pues estamos de acuerdo todos. Un abrazo con toda gratitud por tu interés en nuestra industria”.

Yo también le agradezco a **Chaillo** que se tome la molestia de escribirme, aunque no estoy tan seguro de su argumento porque, si bien está en lo correcto al señalar que su estudio separa las cifras de los turistas de los no turistas, al final suma todo para determinar el valor del mercado de esta actividad.

Pero, no obstante, a la mejor el punto a observar es precisamente el título del estudio, que se refiere a la relevancia económica “de las reuniones” en México; es decir, no especifica que se trate sólo de turismo de reuniones −lo cual, de principio, se podría suponer−, sino que deja abierta la interpretación para incluir también el tema de la industria de reuniones.

Pero, más allá de esta probable discrepancia o no, es un documento que aporta mucha más información valiosa que vale la pena destacar, sobre todo porque puede ser útil a la hora de tomar decisiones para diseñar políticas públicas.

Por ejemplo, al enlistar cuáles son las principales debilidades de México en la industria de reuniones, pone en primer lugar: “la percepción negativa generada por la inseguridad y cobertura mediática”, con lo cual se meten en la espinosa discusión de si la culpa de esto es de los medios de comunicación por cumplir con su trabajo e informar lo que pasa en las calles, más que el hecho mismo de que existan muchos delitos que muestran la falta de seguridad que padecemos.

El segundo punto de la lista afirma que la oferta y la demanda siguen sin encontrarse. “Se tiene un enfoque pensando en los recursos que se tienen en México y las necesidades de llenar habitaciones y espacios de reuniones. Hace falta escuchar y estudiar al cliente, a la demanda, para que con base a sus necesidades se desarrolle el producto de reuniones y la infraestructura necesaria”.

Esto incluye tiempos de respuesta lentos a requerimientos y falta de entendimiento sobre las necesidades de los clientes. “No hay seguimientos oportunos y se pierde el negocio”, afirma el estudio.

El tercero es contundente al señalar que los organizadores de eventos en México son “generalistas” y están poco especializados (habría que preguntar a uno que otro organizador qué piensa de esto).

Otro más es que la infraestructura en tecnología y telecomunicaciones no es suficiente para la demanda de conectividad en eventos.

Y añade que debido al crecimiento económico del país y, por lo tanto, del sector de las exposiciones, los recintos están quedando chicos.

Por si fuera poco, acusa que existe una “falta de estadísticas y cultura de reportar información que permita el monitoreo, la evaluación y la mejora de toma de decisiones en el sector”.

Por último, hace una crítica directa a los gobiernos, tanto federales como estatales, al reclamar que se registra una “altísima rotación” en puestos públicos, así como “falta de continuidad institucional y proyectos a largo plazo”, lo cual seguramente incluye a la propia Sectur y al Consejo de Promoción Turística de México.

Qué bueno que los autores se atrevieron a hacer estos señalamientos, a pesar de que precisamente el gobierno haya sido quien pagó.



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