La última cena en el St. Regis

 
periodicoviaje
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Si bien, el St. Regis México City es considerado uno de los hoteles más lujosos de la ciudad, la cocina de su restaurante Diana dejaba mucho que desear y no por que fuera del todo mala, más bien porque la inconsistencia en la preparación de los platillos era su distintivo.



En el afán de reposicionarlo Rui Reis, gerente general del recinto y el Chef Guy Santoro, quien desde hace poco dirige al equipo culinario, tuvieron la genial idea de recrear una de las “últimas cenas” más memorables de la historia.

Me refiero a la que se sirvió hace cien años a bordo del Titanic, “el barco de los sueños”, “el buque inhundible”, como lo calificaban cuando zarpó de Southampton, Gran Bretaña, para iniciar su primer y único recorrido.

La cita fue a las 20:00 horas en uno de los salones del hotel, la música de los años veinte embriagaba el ambiente mientras hombres y mujeres luciendo sus mejores galas iban tomando sus lugares predeterminados.

El salón ambientado con imágenes alusivas a la historia del trasatlántico explicaba la razón por la que cerca de 300 comensales nos encontrábamos ahí reunidos y, era para rendir homenaje a John Jacob Astor, el fundador de la cadena hotelera quien muriera la trágica noche del 14 de abril de 1912.

El Chef Ejecutivo del hotel, junto con el equipo de trabajo de Javier Pérez Rubio, director de Alimentos y Bebidas recrearon la suntuosa cena de 10 tiempos a cien años del hundimiento del Titanic.

Si ya los bien logrados platillos habían despertado la empatía de los asistentes, la amplificación de la sirena de un barco anclado en Veracruz a las 23:40 horas, mismo momento en el que un siglo atrás el Titanic embistiera al iceberg que causó su ruina, fue suficiente para que se erizara la piel.

La estocada sentimental la recibimos cuando al final la orquesta emulaba la ultima melodía que tocara la Wallace Hartley Band mientras el barco se hundía inexorablemente.

Ojalá que el amplio conocimiento culinario y restaurantero del chef Santoro sirvan para consolidar la oferta gastronómica del St. Regis, y no sea ésta una cena premonitoria que anuncie el hundimiento de este comedero.



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