La política nuevamente vale en Quintana Roo

 
Carlos Velázquez
hrs.

Chetumal. Hace unos meses un ex secretario estal de Turismo me decía estar decepcionado por el trabajo que había hecho Carlos Joaquín González, al frente del gobierno de Quintana Roo.



“No logró resolver el problema de la inseguridad”, afirmaba, como si él tuviera una “varita mágica” capaz de resolver ese problema extremedamente complejo.

Las finanzas públicas tampoco se recuperaron, pues la pandemia de Covid catapultó el endeudamiento.

Según la última encuesta de inseguridad del Instituto Nacional de Geografía Estadística e Informática, Cancún era percibido en junio como el noveno destino turístico más inseguro.

Sin embargo, Quintana Roo no sólo sigue siendo un trabuco turístico sino que después de Baja California Sur es el segundo estado que más rápido se ha recuperado de la pandemia del Covid-19, con la diferencia de que es cinco veces más grande.

Joaquín González no logró resolver el problema de inseguridad, pero evitó que esos problemas afectaran mayormente al turismo.

Hoy el mandatario presenta su Sexto y último informe de gobierno, en el que su mayor logro no será económico.

Lo que realmente consiguió fue recobrar la civilidad en el estado y la confianza de que los gobernantes no necesariamente llegan a saquear las arcas como lo hizo Roberto Borge, su antecesor.

Joaquín González forma parte de una de las familias más poderosas y acaudaladas de Quintana Roo y a él siempre le atrajo la política.

Cuando se graduó de contador dirigió Aerocaribe, una aerolínea regional propiedad de su familia; pero luego fue presidente municipal de Solidaridad; Secretario Estatal de Turismo; presidente de la Comisión de Turismo de la Cámara de Diputados; subsecretario de Turismo y gobernador de su estado, cuando muchos pensaba que no tendría oportunidad de lograrlo.

El hecho de que hubiera tratado de ganarle 12 años atrás la candidatura a Roberto Borge para ocupar esta misma posición, fue algo que aquel nunca le perdonó.

Así es que no sólo lo insultó, se burló de él y lo acosó, sino que lo consideró su enemigo y utilizó todas las herramientas a su alcance para desprestigiarlo.

Joaquín González, quien prefiere evitar los pleitos, trató de tender puentes y cuando no vio otra salida terminó siendo el candidato a gobernador del PAN-PRD para lo cual renunció al PRI en el que había militado toda su vida.

Ni Borge ni todas sus triquiñuelas lograron impedir que Joaquín le ganara en las urnas a Mauricio Góngora, lo que marcó la debacle del primero quien sigue en la cárcel acusado de enriquecimiento inexplicable y lavado de dinero.

Hoy Joaquín González estará culminando una historia que prueba aquella frase de Churchill: “La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás”.

Con su disposición a dialogar, a escuchar, y su estilo pausado, logró que en un estado de personajes enfrentados la política recuperara su importancia.

Dos copas de vino el fin de semana, una plática con sus amigos eran su diversión; mientras Borge paseaba en yates, bebía botellas de miles de dólares y usaba los aviones del estado como si fueran suyos.

Este lunes Joaquín González se reunirá con el presidente López Obrador y seguramente ya pronto se sabrá cuál será su posición en el gabinete morenista. Un premio que no muchos entienden, pero que a él lo mantendrá dentro de la política.



hrs.

Periodista apasionado de los viajes y de entender y comunicar cómo funciona la industria del turismo.

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