La nueva “Biblia” del turismo de reuniones

 
Redacción
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El mes pasado escribí un reportaje sobre turismo de reuniones para la revista Forbes y, en el proceso de elaboración, solicité en la Secretaría de Turismo una entrevista con el funcionario a cargo de esa área. Muy amables, me la concertaron con bastante rapidez.



Cuando estuve frente al entrevistado, lo primero que hicimos, después de saludar, fue intercambiar tarjetas de presentación. Leí la que me dio y su cargo era muy largo, pero en ninguna de sus palabras me daba la idea de que tenía que ver algo con el turismo de reuniones.

—¿Exactamente de qué te haces cargo? –le pregunté para sondear el terreno.

—Aquí manejamos todo lo que tiene que ver con turismo cultural y de naturaleza—, me dijo.

—Ahh, creo que me enviaron al lugar equivocado, mi reportaje es sobre turismo de reuniones.

—Noo, pues tienes razón. No es aquí.

Salí de ahí un tanto confundido, no me quedaba claro si se trataba de un simple error que puede cometer cualquiera o si, por el contrario, alguien en la Sectur piensa que el turismo de reuniones es algún apartado del de naturaleza o cultura.

Pero, como me acompañaba otro funcionario de la Oficina de Comunicación Social, reaccionó de inmediato y amablemente hizo las llamadas necesarias para que me condujeran con el funcionario indicado.

Sin embargo, el funcionario más indicado no estaba en ese momento, por lo que me recibió otro funcionario, al parecer un poco menos indicado.

Nos sentamos en una mesa de juntas y lo primero que vi fue el voluminoso –más de cien páginas– estudio “La relevancia económica de las reuniones en México, 2016”, que por esos días acababa de hacerse público.

Así, iniciamos la entrevista con este señor, extremadamente educado. Le hice la primera pregunta y, más o menos, me contestó lo siguiente: “Bueno, de eso no podría decir mucho, pero déjeme comentarle que…” y lo que hizo fue tomar el estudio de la mesa y literalmente comenzar a leer el documento. Con mis siguientes dos preguntas sucedió lo mismo, así que le di las gracias por su tiempo, le comenté que yo ya tenía una copia de ese estudio y me fui.

Al siguiente día me llegó un correo electrónico del funcionario que era el más indicado pero no había estado, en el que lo primero que me ofrecía para satisfacer mis necesidades de información era una copia del estudio del que el otro funcionario me leía párrafos.

Al leer la firma del funcionario que me envió el e-mail me sorprendió ver que la dirección en la que trabaja tiene bajo su responsabilidad los siguientes segmentos: turismo médico, turismo de reuniones, cruceros, turismo social, turismo deportivo y turismo premium, en el cual engloban los renglones de bodas y romance, LGTB (turismo gay), golf, turismo náutico, pesca deportiva, spa y turismo cinegético.

Demasiados temas para una sola oficina, me pareció. Pero retrata bien la queja recurrente de quienes trabajan en el medio del turismo de reuniones: no reciben la atención que el segmento merece por su importancia económica.

De la misma manera, en los últimos días me han llegado comunicados de prensa de diversas dependencias y gobiernos cuya información, en parte, está tomada del estudio multimencionado que, por lo visto, se ha convertido en La Biblia del turismo de reuniones.

De ser así, tiene su porqué: nunca, ni gobierno ni iniciativa privada, tuvieron claro cuál era el valor de mercado de este segmento en México, asunto que se había discutido desde hace diez años en la Organización Mundial de Turismo.

Para acabar con ese misterio, en 2011 el gobierno federal encargó un estudio sobre el tema a la consultora PriceWaterHouse, quien determinó que el valor del mercado del turismo de reuniones era de 18 mil cien millones de dólares anuales (dato a 2010). Sin embargo, el documento fue cuestionado por expertos como Francisco Madrid, así que digamos que la incógnita no se despejó del todo.

Y así volvieron a pasar los años, hasta que Sectur de nuevo reaccionó y un lustro después encargó otro estudio. Ahora la encomienda fue para la empresa STA Consultores, cuyo director es Arik Staropolsky, pero el proyecto fue liderado por Eduardo Chaillo, uno de los máximos expertos que hay en México sobre el tema.

La investigación se terminó en mayo pasado y, con datos a 2014, asegura que el turismo de reuniones genera al año 24 mil 970 millones de dólares.

Impresionante cifra. Sobre todo si tomamos en cuenta –y volveré a usar este dato como punto de referencia– que el año pasado el turismo extranjero dejó en nuestro país 17 mil 457 millones.

La credibilidad que tiene Chaillo ha hecho que su estudio se convierta, de inmediato a su publicación, en abrevadero de información obligado.

Pero lo más importante es que por fin se tienen cifras fidedignas de lo que representa este sector. Tal vez ahora sí el gobierno lo aprecie en su justa dimensión y sea equivalente el apoyo que le brinde.



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