La fiesta de la hermandad de las etnias oaxaqueñas

 
Redacción
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Este lunes se llevará a cabo las primeras dos representaciones de la Guelaguetza 2016 en Oaxaca, dos más dentro de una semana, evento cuyo significado es la hermandad de los grupos indígenas de esta entidad contrastante.



Pocos tienen tal riqueza y padecen tal pobreza, al mismo tiempo. Fue una situación crítica, un terremoto, la que originó este evento en la primera mitad del siglo pasado.

Durante más de tres horas, por la mañana y por la noche, las ocho etnias de Oaxaca comparten sus bailes, vestimentas y su forma de ser con los espectadores.

Manifestación cultural que ha maravillado a viajeros de México y el extranjero y que a la postre se ha convertido en una importante entrada económica para empresarios turísticos, pero también para los artesanos, los micro productores de mezcal y las cocineras tradicionales que han preservado sus recetas durante muchísimas generaciones.

Hoy, nuevamente, la situación política impone retos a esta entidad y las ocupaciones hoteleras y la afluencia de viajeros son menores a las previstas porque hay un justo temor no porque ocurran situaciones violentas; sino por pasar un mal momento al quedarse varados en la carretera, debido a los bloqueos, o por no llegar al auditorio al aire libre en donde ocurren los Lunes del Cerro.

**Ángela Sibaja**, secretaria de Turismo de Oaxaca, dice que hay todas las previsiones por parte de los tres niveles de gobierno para que La Guelaguetza transcurra sin contratiempos.

Los boletos para la festividad están vendidos, pero sigue habiendo espacios gratuitos disponibles para recibir a todo el que desee disfrutar este espectáculo.

Por tierra hay un acuerdo entre una compañía de autobuses y los activistas de la CNTE, para respetar corridas específicas y también para dejar pasar a los automovilistas.

Las aerolíneas están operando normalmente y la apuesta sigue siendo que estas semanas de julio resulten un “tanque de oxígeno” para la asfixiada economía oaxaqueña.

Nadie podría sacar ventaja de lo contrario, incluso, quienes están indignados por la pérdida de sus privilegios magisteriales, lo que devino en un acto de barbarie y represión por parte de autoridades de la era de las cavernas, tampoco ganarían golpeando más a las personas que viven del turismo.

Apostar por lo contrario sería entrar a esa dinámica del odio y la polarización que hoy revisan con sorpresa los analistas cuando leen el primer discurso de Donald Trump, como candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos.

Ojalá muchos viajeros vayan en esta temporada a Oaxaca, para disfrutar las manifestaciones de una cultura sofisticada que, a partir de la escasez, ha descubierto sabores exquisitos como el de los chapulines o los destilados de agave con nombres de animales que sólo crecen entre las piedras.

Una cultura de la que se dice que hasta el queso se hace bola, pero que también ha probado a lo largo de su historia que la vida no tiene que ser, necesariamente, consumo material y satisfacción instantánea de los deseos.

Así es que bienvenida una vez más la fiesta de la hermandad de las etnias oaxaqueñas.



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