Si en todo Quintana Roo el problema de escasez de trabajadores, que no de empleo, es una constante, Tulum padece las mayores presiones de todo el estado en ese rubro, según comparte David Ortiz Mena, presidente de la Asociación de Hoteles de Tulum (AHT).
Tulum es un municipio de 46 mil habitantes, de los cuales por lo menos siete mil 500 familias viven en casas construidas en terrenos invadidos, es decir, de una manera ilegal, irregular, donde muchos prefieren optar por abrir negocios informales y con carencia de los servicios públicos elementales.
Hoy, el déficit laboral en los hoteles de ese municipio, consideró Ortiz Mena, es superior al 20%, mientras que los costos han aumentado, de la pandemia para acá, más del 30%, a lo que se suma el impacto negativo que ha tenido la depreciación del dólar frente al peso y que, sobre todo, ha afectado a hoteles boutique y pequeños hoteles.
También le preocupa lo que describe como un discurso adverso a los empresarios, emanado desde el gobierno federal, en donde se les critica por no retribuir adecuadamente a los trabajadores.
Mientras tanto, Jesús Almaguer, presidente de la Asociación de Hoteles de Cancún, consideró que los costos laborales de la pandemia para acá han aumentado entre 15 y 20%; pero, además, hay incrementos y nuevos impuestos a nivel estatal y federal.
Por otro lado, estimó que han crecido las concesiones a los empleados para poder retenerlos, incluyendo hacer más atractiva su estancia laboral, la capacitación y hacerse cargo de la curva de aprendizaje de los nuevos trabajadores.
Almaguer lanzó recientemente la idea de que si el gobierno federal lograba legalizar la estancia de los inmigrantes que llegan de otros países, sobre todo de Centroamérica a ese estado del país, los hoteles los podían contratar.
¿Qué ha pasado desde entonces?
No ha pasado nada, respondió, tajante, al igual que no ha pasado nada con las visas para los brasileños, con el maltrato a los colombianos por parte de Migración, lo que lamentablemente está dejando sin sustento la principal obra turística del presidente López Obrador, que es el Tren Maya. Son los brasileños y los colombianos los turistas que, sabemos por experiencia, comprarán excursiones y que se beneficiarán como viajeros de la aventura de viajar en el nuevo ferrocarril.
Aparte, refirió, tengo que decir que las obras del Tren Maya sí le han quitado personal a los hoteles porque la gente trabaja cerca de su hogar y, por poner un ejemplo, un “banderero” que señaliza en la vía gana 3,500 pesos a la semana.
Lo mismo pasa con los programas sociales, pues Almaguer conoce casos de familias donde el conjunto de dos adultos mayores y dos jóvenes suman entre 25 mil y 30 mil pesos y eso vuelve más difícil que un puesto en el turismo les resulte atractivo.
Una estrategia que le ha dado buen resultado a los hoteles, consideró, es darles reconocimientos y premios en efectivo a los mejores empleados turísticos de las distintas plazas, pues de esa manera se sienten reconocidos y motivados para hacer un mayor esfuerzo.
La hotelería mexicana vive un momento difícil y, aunque los gobiernos estatales contribuyen a fortalecer la competitividad laboral con distintivos y programas de capacitación, su impacto, como se verá el viernes, es limitado.