Ignoran empresas mexicanas el “turismo incluyente”

 
Alonso Gordoa
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Desde que apareció en un noticiero de televisión la historia de **Diego** y su perro Vikingo la fama de ambos ha venido creciendo; hoy este niño, que enfrenta la condición de diabetes tipo 1, está vacacionando en Tenerife, España, y ya también los periodistas de allá lo han entrevistado.



Su historia es notable no sólo por la valentía y entereza con que está viviendo esta realidad, sino debido a que sus padres trabajan con él para vigilar sus niveles de azúcar, una tarea en la que también participa su notable perro.

Vikingo es un labrador negro adiestrado para identificar las caídas repentinas en los niveles de azúcar del niño, lo que le obliga a aplicarse una dosis de insulina.

Con la diabetes, cuando sube el azúcar hay que estabilizarla a la baja, pues su acumulación es la que provoca secuelas como la ceguera, la amputación de alguna extremidad y las diálisis renales.

Una caída súbita del azúcar, en cambio, en 30 minutos puede llevar a la persona a la muerte; así que Diego tiene que medirse cada dos horas su nivel de azúcar y cuando está dormido lo ayudan sus padres y Vikingo duerme junto a él, con la idea de que se percate primero de esa situación.

El hecho también es que niños como Diego tienen derecho a viajar, lo mismo que millones de personas con capacidades especiales.

Hace unos días el padre de Diego reconocía en su cuenta de Twitter el apoyo que le brindó Aeroméxico, que dirige **Andrés Conesa**, para que su hijo viajara con su perro.

Sin cobrarles un boleto adicional, la aerolínea permitió al lazarillo acompañar al niño acomodado debajo de sus piernas, pues está entrenado incluso para hacer viajes largos.

Muchas empresas no comparten esa visión y, por ejemplo, ha habido algunos restaurantes, sobre todo en México, que no lo han admitido con su perro.

Éste y otros muchos casos hacen referencia al “turismo incluyente” sobre el que existen grandes rezagos en el país; más allá de la falta de rampas en las aceras, para quienes se mueven en sillas de ruedas, o de guías para los ciegos, innumerables hoteles, restaurantes y espacios recreativos ignoran esta situación.

Mientras en ciudades como Tokio, incluso en el Metro, son comunes las guías físicas en el suelo para que los ciegos se muevan con la ayuda de sus bastones, aquí el problema se pasa por alto.

Hoy la Secretaría de Turismo, que lleva **Claudia Ruiz Massieu**, está trabajando en un programa de turismo educativo para niños que se lanzará en pocos meses; igualmente, valdría la pena reflexionar en las facilidades que debe ofrecer un gobierno responsable a quienes, como Diego, transitan con estos retos impuestos por la vida.



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