Roberto Hernández, el último mexicano que encabezó Banamex, hoy está haciendo de Tamarindo, en la Costa Alegre de Jalisco, uno de los desarrollos turísticos más sofisticados no sólo de México sino del mundo; mismo que tiene un componente residencial de la mano de Four Seasons.
Su caso no es único y sólo por mencionar algunos ejemplos más, apunto los siguientes.
En Quivira, Cabo San Lucas, Ernesto y Rubén Coppel se asociaron para abrir el St.Regis que, también, tiene un componente inmobiliario.
St.Regis Residences ya tiene la medalla de haber vendido el metro cuadradado más caro de un destino de playa en México, a más de 20 mil dólares, como parte de una propiedad cuyo precio ascendió a más de 14 millones de dólares.
Ahora la noticia es que Nizuc, el hotel de lujo en Cancún del Grupo Brisas, de la familia Cosío, ya se está preparando para ofertar un conjunto de condominios cuyo precio rondará los cinco mil dólares por metro cuadrado.
El espacio reservado para este desarrollo no tendrá vista al mar, luego de que los “ricos y famosos” mostraron que están dispuestos a pagar las tarifas hotelera más altas por las famosas “casitas” donde una alberca, un gran diseño arquitectónico y el espacio compensan al turquesa del Mar Caribe.
Después del traumático capítulo de la pandemia del Covid-19, una tendencia declarada no sólo en México sino en los destinos de playa en general es que el mercado de lujo está premiando ya no la exclusividad sino la privacidad, con el mejor servicio, el buen gusto y el diseño de alto nivel.
Una gran oportunidad para México, que en este terreno es uno de los países más sofisticado de América Latina.
Los grandes despachos arquitectónicos y de diseño, los chefs renombrados, los concierge de alto nivel hoy son requeridos por esos inversionistas visionarios que buscan satisfacer esta tendencia de quienes buscan el buen vivir.
Divisadero
Airbnb. Fue interesante escuchar a Carlos Constandse, uno de los socios fundadores de Grupo Xcaret, decir que Airbnb, la plataforma de reservaciones de cuartos y propiedades particulares, es un jugador que llegó para quedarse.
Todavía hay algunos hoteleros que se enojan porque el “piso” no es parejo y demandan que los dueños de una casa o un departamento paguen los mismos impuestos que un hotel que invirtió decenas, cientos o miles de millones de pesos.
Pero la realidad es que los gobiernos locales se están moviendo para cobrarles al menos el Impuesto al Hospedaje y otra cantidad a través del Impuesto Sobre la Renta.
No sólo porque los propietarios de esos inmuebles quieren seguir ofreciendo sus propiedades, sino porque fundamentalmente hay un mercado al que ya no le satisface la oferta hotelera.
Hay una paradoja aparente con el hecho de que los grupos de más alto poder adquisitivo estén buscando el servicio hotelero de alto nivel en sus propiedades; mientras que los de ingresos menores quieren utilizar los inmuebles como si fueran propios.
¿Para qué pagar por un desayuno que se sirve hasta las 10:30 am cuando ellos prefieren hacerlo a las 12:00?; ¿Por qué hacer el chek out al mediodía?; ¿por qué pagar porque me tiendan la cama en un horario estricto? El “nombre del juego” es la flexibilidad y el respeto, en lugar de sujetarse a las reglas del hospedaje impuestas por alguien más.