Fonatur Construcción, víctima de su propio éxito

 
Alonso Gordoa
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A **Enrique Carrillo**, director general del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), no se le puede escatimar que ha hecho esfuerzos por aumentar las ventas y reducir los gastos.



Hasta la semana pasada, la institución reportaba, este año, un ahorro de 150 millones de pesos contra el mismo periodo del año anterior y ventas por 430 millones de pesos.

Ello no significa que haya bonanza o que existan condiciones reales para que el Fondo conduzca el gran proyecto del desarrollo turístico de México, como es su misión.

En primer lugar, el entorno económico mundial es adverso y luego de que los inversionistas extranjeros en los desarrollos turísticos nacionales llegaron a representar cerca de la mitad cada año en su balance contable, en la actualidad rondan apenas cinco por ciento.

Pero además, y como se adelantó en este espacio la semana pasada, Fonatur Construcción, la subsidiaria responsable de las obras de ingeniería que dirige **David Aarón**, se encuentra sumida en un atolladero que demandará la atención del próximo gobierno.

El origen de esta historia se remonta a la administración de **Vicente Fox**, cuando **John McCarthy** ocupaba la dirección general del Fonatur, pues este último contrató a **Gumaro Lizárraga** como director general de Baja Mantenimiento y Operación (BMO).

El experto en desarrollos inmobiliarios, y ya que la indicación presidencial era que el Fondo fuera autosuficiente, encontró un nicho de negocio altamente rentable. En la Ley de Entidades Paraestatales se establece que una institución como Fonatur puede hacer obra pública, sin entrar en los complejos procesos de licitación del gobierno federal.

Así es que BMO tomó varios contratos, entre ellos uno muy importante en Santa Fe, DF, y le generó a la institución ingresos dignos de consideración.

Cuando **Miguel Gómez Mont**, reemplazo de McCarthy en la administración de Calderón, impulsó la reestructuración del Fondo y transformó BMO en Fonatur Construcción, el asunto tomó un cauce indeseable.

Lizárraga salió incluso en el quinto año de Fox por dar opiniones que rebasaban su ámbito de influencia directa, y primero BMO y luego el Fonatur Construcción resultaron víctimas de su propio éxito.

Ya en el sexenio de Calderón, y bajo la conducción de Ubaldo Azuara, la paraestatal perdió la brújula turística y quiso ganar dinero construyendo obras fuera de su especialidad, aunque terminó perdiendo dinero.

Por ejemplo, se hizo cargo de la construcción de un hospital del Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen) y acabó poniendo más recursos de los que le habían pagado.

En el camino hubo excesos, falta de planeación, obras cruzadas y ya hay más de diez funcionarios sancionados por este tema y otros más en proceso de investigación.

En tanto, los pasivos del Fondo superan los cinco mil millones de pesos.



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