Enoturismo en el Valle de Guadalupe

 
Carlos Velázquez
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La semana pasada, durante el Congreso de la Organización Internacional del Vino (OIV) en Ensenada, Marina Ávila, la gobernadora de Baja California, dijo que una reciente reforma legal evitará que el Valle de Guadalupe se convierta en una gran cantina.



En los últimos años el interés de los viajeros por visitar esa región ha crecido y de los más de 800 mil turistas que llegaron en 2019, Miguel Aguíñiga, secretario de Turismo de la entidad, estima que este año podrían ser alrededor de un millón.

Son siete los valles donde se produce la uva y hay en total 150 bodegas, aunque la mayoría de ellas son muy pequeñas con producciones boutique.

En los últimos años no sólo emprendedores del vino, sino del hospedaje, los destilados, la restauración y también los desarrolladores inmobiliarios han crecido en la zona.

La actividad principal del Valle, la que le da sentido, es agrícola y consiste en el cultivo de la vid; pero de los alrededor de tres mil 600 millones de pesos que genera la economía del Valle, casi 20% proviene del turismo.

Además de una normatividad más estricta, a la que se refirió la gobernadora Ávila, es imposible limitar las visitas al Valle y también parece muy difícil enfocarse solamente a los segmentos de alto de poder adquisitivo.

Como dijo anónimamente un empresario: “Uno de los problemas es que en la zona hay excedentes importantes de vino que no se puede colocar y que los propietarios de las bodegas buscan colocar a bajo precio a través del enoturismo”.

En el Valle no están abriendo muchos más restaurantes de alta gama, ni las experiencias costosas; pero sí hay una mezcla de actividades para diferentes perfiles de consumidores.

El turismo en la región se ve como una actividad imparable, aunque sí es importante seguir trabajando para ofrecer mejores experiencias y evitar prácticas que amenazan su futuro como el desarrollo inmobiliario en áreas restringidas o transitar por las vías públicas conduciendo en esta de ebriedad.

Divisadero

No creyeron. A Enrique Beltranena, el director general de Volaris, y sus huestes les pasó como en aquel cuento de “allí viene el lobo”, es decir que no creyeron que llegaría hasta que los atacó.

En las más de 120 cancelaciones que tuvieron esta semana, el problema de fondo fue que no tomaron sus previsiones, para aplicar sus slots o posiciones de despegue y aterrizaje a las horas previstas en ellas.

En el pasado las autoridades del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) les permitieron jugar con los horarios, pero finalmente se pusieron estrictos lo que tomó a la aerolínea con los “dedos en la puerta”.

Los mal pensados, críticos de la 4T, dicen que se busca abrir más operaciones en el Aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA); lo malo es que sencillamente no hay demanda y, como sabemos, al mercado no se le puede obligar a nada.

Descanse en paz. Hace cuatro años, el diputado Luis Alegre llegó con grandes planes a la Comisión de Turismo de la Cámara Baja y mostraba en su teléfono unas fotos del presidente López Obrador junto con él vacacionando en la casa de su padre, Gastón Alegre, en Valladolid.

Lamentablemente no pudo concretar sus planes legislativos, ni tampoco obtuvo la candidatura a gobernador de Quintana Roo por Morena; pero más penoso fue que el domingo, por un infarto al miocardio, haya perdido la vida.



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Periodista apasionado de los viajes y de entender y comunicar cómo funciona la industria del turismo.

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