Desde hace unos años, las comunidades indígenas se han dado cuenta que el turismo les permite acceder a un desarrollo más justo y ético, a alcanzar mayores recursos, a generar empleos y atenuar la pobreza, la marginación y la discriminación, así como a reinvertir esta actividad para un desarrollo local propio.
La condición de dicho desarrollo es que se concrete de manera comunitaria y sustentable como las vivencias locales e indígenas de Sian Ka’an en Quintana Roo, o Experiencia Rarámuri en Chihuahua. Para lograr aunar el turismo al desarrollo ético, muchas comunidades decidieron abrir sus puertas y su corazón a turistas que buscan este tipo de experiencias reales y únicas en el mundo.
Este turismo alternativo es el Turismo Comunitario, aplicando un concepto muy innovador y diferente para atraer a los turistas. ¡Y funciona! Las comunidades rurales comparten sus costumbres, su manera de vivir y sus valores ancestrales para una inmersión cultural y turística a viajeros previamente sensibilizados a un código de ética local y universal.
El Turismo Comunitario se vive desde adentro hacia afuera, en un esquema endógeno, en un modelo que pretende potenciar, apoyar y sustentar una comunidad local de manera duradera en el tiempo. Esta comunidad local, casi siempre indígena, decide y aprende a estar en contacto con el turista y cómo hacerlo partícipe de su cultura y tradiciones. La perspectiva es única, fuerte en experiencias y vivencias.
Con el Turismo Comunitario se logra una situación de “ganar, ganar”. El local se compromete, al compartir sus creencias, a revalorar sus raíces y su cultura ante un turista abierto a comprender nuevos valores, a entender la diferencia y la identidad del otro, “multiculturalmente”. Los dos lados se apoyan y trabajan en equipo, para aprender uno del otro y sensibilizar sus diferentes perspectivas a una tolerancia respetuosa.
Ahí reside la diferencia entre un destino no auténtico con un destino auténtico, en término de Turismo Comunitario. El primero tiene actores personalizando papeles de indígenas, mientras que, en el segundo, los propios enseñan su vida diaria. El primero aporta vivencia y experiencia relevante al turista, mientras que el segundo brinda conciencia. Conciencia del lugar de las comunidades en el mundo, del papel de la sustentabilidad en sus tres dimensiones (económica, social y medioambiental), del desarrollo regional y del futuro de nuestro planeta.
*La autora es directora de Turismo del estado de Chihuahua.