El Ejército Mexicano y la Marina tienen cada vez más poder y el que ahora 10 mil de sus elementos sean responsables de tranquilizar a Donald Trump para que no recurra a los aranceles, sigue acentuando esa fuerza.
Donde se mantiene una fórmula sin resolver, es en otras de las tareas que se les ha encomendado: Los proyectos turísticos.
De poco sirve caer en argumentos como que no es su vocación, algo evidente, porque lo importante es generar resultados positivos desde el punto de vista económico y social.
Hace dos semanas los responsables del proyecto turístico de las Islas Marías ya recibieron la autorización para permitir actividades de surf y de buceo, lo que podría ser muy atractivo para algunos viajeros de poder adquisitivo.
Nadar con tiburones en una de las áreas vírgenes más ricas en esa especie de todo el planeta, es un permiso por el que estarían dispuestos a pagar cantidades importantes los aficionados al buceo.
Sin embargo, a las autoridades de la Secretaría de Marina no les gusta la idea de que las islas se conviertan en un producto turístico elitista; cuando los recursos de esos viajeros podrían generar recursos para que los estudiantes también pudieran disfrutar de un proyecto de turismo social en las islas.
Los especialistas en los viajes de incentivos también pagarían cantidades relevantes por organizar actividades de lujo en esas islas casi vírgenes, si hubiera la infraestructura necesaria.
De hecho, los administradores están de acuerdo en recibir grupos y ya tuvieron la experiencia de admitir por unos días a decenas de maestros jubilados.
También están entusiasmados, porque ya están terminando unas casitas con aire acondicionado que ofrecerán un mayor confort a grupos pequeños de visitantes.
Aunque lo que se necesitaría es, primero, establecer un modelo sobre cómo cobrar por los derechos para ir a este lugar y utilizar los servicios turísticos, sin que dicho dinero termine en las arcas de la Secretaría de Hacienda.
Si se pudieran etiquetar los recursos para los propósitos sociales y medioambientales importantes para las islas, entonces también se podría desarrollar un proyecto ecoturístico de lujo y muchos empresarios podrían mostrar interés en invertir a cambio de una concesión.
Algo parecido está sucediendo en el Parque del Jaguar, que administra cerca de Tulum el Ejército Mexicano y cuya tarifa para extranjeros puede llegar hasta 615 con acceso a los atractivos y al sitio arqueológico.
Sin embargo, la afluencia no ha sido la esperada; cuando a Xcaret es mucho mayor por 200 dólares.
La respuesta no sólo está en el mayor número de atractivos o en la parte de los alimentos incluidos en este último parque; sino en el trabajo de promoción que hace esa empresa, en el valor de su marca y en las comisiones que paga a agentes de viajes y otros comercializadores externos.
Hasta ahora no ha habido un experto en administración pública que se haya sentado a trabajar cen un modelo que promueva que muchos mexicanos y extranjeros utilicen el acervo turístico de las fuerzas armadas.
Algunos pagando, otros no y estableciendo criterios para cuidar que prive el concepto de turismo sostenible; todo ello sería posible con la voluntad para lograrlo.
De lo contrario, todo se quedará en criticar a militares y marinos y en que estos últimos ignoren a quienes ya han desarrollado proyectos muy exitosos.