El Sueño Zapoteco necesita ayuda

 
Gustavo
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Hace un par de semanas comentaba en este espacio lo interesante que se ha vuelto Huatulco gracias a la acción de la gente que ahí vive. Pero no todos los lugareños son originarios de este sitio, sino que hay algunos huatulqueños provenientes de algún otro estado de México, o de Cuba o Estados Unidos y hasta de Suecia, por señalar sólo algunos.



Entonces mencioné que en la zona hotelera se encuentra una tienda de artesanías que forma parte de El Sueño Zapoteco AC, una fundación que tiene su principal campo de acción en las zonas rurales y cuyo objetivo principal es construir escuelas en las comunidades que carecen de una, remozar las que se encuentran en mal estado, dotar de útiles a los niños y conseguir a los maestros que impartan las clases de educación básica.

Y comenté también que haber pasado un par de horas escuchando la explicación de quien dirige esta fundación sobre el trabajo que llevan a cabo y los problemas que enfrentan para lograrlo, había resultado una experiencia reconfortante, alentadora y por demás entretenida.

Pues bien, El Sueño Zapoteco es dirigido por **Britt-Marie Jarnryd**, una sueca que un día llegó de vacaciones a Huatulco, junto con su esposo, y después de conocer y disfrutar del destino decidieron que era un lugar bueno y tranquilo para retirarse.

Educada y amable, gran anfitriona, Britt puede hablar entusiasmada toda una tarde sin parar sobre lo que hacen en la fundación y cómo poco a poco han ido sumando logros con la ayuda de mucha gente, tanto autoridades como particulares, pero es reticente al hablar de sí misma. No obstante, comentó que nació en la localidad sueca de Karltad y ha vivido en nuestro país durante 51 años, de los cuales 22 los pasó en la Ciudad de México, en el barrio de Coyoacán; otros 18 en Baja California y los últimos once en Huatulco.

De profesión lingüista, decidió hacer algo al ver las carencias del entorno. Comenzó realizando clínicas dentales en las comunidades cercanas, para después, en 2008, entrar al terreno educativo. Entonces diseñaron el programa ‘Adopte una escuela’ y hasta el momento han logrado edificar doce, remodelar otras tres y levantar nueve cuartos para que duerman los maestros.

Según comenta, en una comunidad donde haya cinco niños en edad escolar el gobierno tiene la obligación de enviar un profesor, pero construir la escuela, la vivienda y la comida del docente es responsabilidad local. Lo primero lo han logrado con la ayuda del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), un organismo descentralizado de la Secretaría de Educación Pública, creado para atender en el nivel básico escolar a niños de localidades con altos niveles de marginación y rezago social.

Por su parte, la fundación, en la medida de sus posibilidades y las donaciones que consigue, aporta equipo como mobiliario y pizarrones, además de útiles escolares, libros y laptops. “Los maestros trabajan con lo que tienen a la mano”, dice Britt.

En la tienda de artesanías los visitantes pueden comprar, a manera de donación, paquetes que incluyen cajas de colores, pritt, dos lápices, regla, pluma y cuaderno; otros se integran con resistol, dos plumas, tijeras, cuaderno de ejercicios, una pequeña libreta, acuarelas y lapicero. Uno lo paga y la fundación lo hará llegar a uno de los más de mil niños que ayudan.

La primera escuela ‘adoptada’ gracias a su programa fue la de El Derramadero, cuya mano de obra corrió a cargo de los papás de los estudiantes. Por su parte, los padrinos fueron dos extranjeros: **Susan y Richard James**, en tanto que también contaron con el apoyo de Bacaanda Foundation y un puñado de voluntarios, también extranjeros.

Otra de las acciones que realizan es la de ‘hermanarse’ con escuelas en otros países —ya son doce—, como sucede con Canadá. Esto sirve, entre otras cosas, para que los niños intercambien dibujos y cartas con los de la escuela hermana, en los que ilustran y platican sus gustos y costumbres. Así, por ejemplo, un pequeño de Huatulco le escribió a uno canadiense: “A mí, lo que más me gusta, es comer iguana en amarillo”.

En El Sueño Zapoteco trabajan siete personas en total, como **Armenia Hermida Lara**, que hace promoción; y **Raymundo Ruiz**, quien funge como tesorero. Nadie cobra.

Si usted quiere ayudar a que este Sueño Zapoteco sea cada vez más grande, puede escribir a [email protected].

Britt cuenta que ella y su esposo escogieron vivir en Huatulco porque “vinimos de vacaciones y nos encantó, es casi el paraíso”. Y de eso no hay duda. Pero hay que tener en cuenta que, a veces, en los paraísos también hay personas que requieren ayuda.



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