El rompecabezas mexicano de la transportación terrestre

 
Alonso Gordoa
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La coexistencia de permisos y placas expedidos por diversas autoridades para que los transportes públicos operen en las terminales aéreas del país, se parece a uno de esos monstruos de varias cabezas que puede devorarse a sí mismo.



Ciertamente la forma en que está redactada la Ley de Caminos, Puentes y Autotransporte Federal provoca problemas de competitividad al turismo mexicano; aunque ponerle “parches”, sólo complicaría más el panorama.

Además de la carta dirigida a la Secretaría de Turismo exigiendo la liberalización del transporte terrestre, a la que se hacía referencia ayer aquí; la Asociación Mexicana de Agentes de Viajes (AMAV), que preside **Sergio González**, también está promoviendo algunas acciones legales al respecto.

La revisión al marco normativo está en el ámbito de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, pero no hay como tal una agenda pública al respecto.

En Los Cabos Amav está promoviendo un amparo, para que las transportadoras terrestres puedan recoger y dejar pasaje, sin ceñirse a las reglas que hoy existen y sin participar en el registro vigente.

No hay muchos más países en el mundo en donde sólo los taxis con placas especiales puedan dejar y recoger pasaje y en Baja California Sur las transportadoras sólo pueden mover a quienes hayan solicitado el servicio con anticipación.

Pero además las propias transportadoras privadas cuentan a su vez con las placas federales, lo que les parece muy bien pues así no pueden ser sancionadas por la policía municipal.

Las placas federales son un invento mexicano y ya para hacerlo todavía más “divertido” hay transportadoras privadas que cuentan con dos placas, una federal y otra municipal.

De hecho el gobierno de Baja California Sur, que encabeza **Marcos Covarrubias**, ha emitido permisos anuales a las transportadoras para que puedan circular por todo el estado con las placas federales, para evitarle limitantes a su negocio.

Ahora si el amparo prospera, las transportadoras privadas podrían competir directamente con los taxistas; pero ello provocaría un problema político.

Como las transportadoras privadas se sienten respaldadas por sus placas federales, sus compañías quieren que prevalezcan en vez de que se abra todo el transporte a la libre competencia.

Algo que recuerda aquella frase de “hágase Señor tu voluntad, pero en las mulas de mi compadre”.

Y además esto ocurre cuando faltan unos meses para que comiencen las campañas electorales en Baja California Sur para suceder a Covarrubias, lo que, por cierto, le dará más relevancia a los taxistas quienes sí tienen peso en las urnas.

Reglas modernas para el transporte terrestre son deseables, pero en todo el país y teniendo como prioridad que México sea más competitivo; aunque la problemática es tan compleja que primero habría que buscar quién será el que le ponga el “cascabel al gato”.



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