Hace tres años, durante un evento turístico en Mazatlán, un conocido de Ernesto Coppel, fundador de la cadena de hoteles Pueblo Bonito, buscaba orientación sobre un tema; pero cuando lo abordó y le dijo: “Te quiero pedir un favor”, él le respondió: “Lo que sea menos dinero”.
Ambos soltaron la carcajada, pero realmente este exitoso empresario de los tiempos compartidos atravesaba por uno de los momentos más difíciles de su trayectoria.
La crisis económica de 2008, en Estados Unidos había golpeado sus planes de ventas orientados a los viajeros del vecino del norte.
Coppel relata que, con el agua al cuello, su estrategia fue priorizar la negociación y pago del servicio de sus deudas con los bancos, aunque se retrasó con muchos proveedores.
En aquel tiempo otros personajes de los negocios inmobiliarios sufrieron, algunos tan famosos como Jack Niklaus, el mejor jugador de la historia del golf y el diseñador más exitoso de campos, con quien Coppel tenía un acuerdo para desarrollar unas residencias en Quivira con la marca Ritz Carlton.
El acuerdo se canceló, pero sigue vivo Quivira, un desarrollo inmobiliario con un campo de golf de Niklaus que ya celebró su torneo inaugural y en unos días será abierto al público.
Si en el pasado el negocio de los campos de golf en Los Cabos, junto al Mar de Cortés, estuvo ligado a los desarrollos inmobiliarios; ahora está ocurriendo algo similar pero del lado del Pacífico.
Coppel tuvo que ajustar su empresa, reemplazar a algunos de sus ejecutivos clave, retrasar la velocidad de sus proyectos; momentos difíciles que nunca han sido ajenos a su vida.
Oriundo de Mazatlán, vivió de muy joven la pérdida de su padre y literalmente subsistió durante años con empleos mal pagados.
En alguna ocasión aplicó un examen para ser vendedor de seguros en Grupo Nacional Provincial y obtuvo la calificación más alta.
Fue hasta finales de la década de los setenta, cuando un estadunidense lo introdujo en el negocio de vender tiempos compartidos y descubrió el potencial de dicho segmento.
En poco tiempo hizo su primer millón de dólares y después construyó con algunos socios, deuda y arrojo, su primer hotel Pueblo Bonito en Mazatlán.
En su oficina del Pedregal, en Cabo San Lucas, tiene una foto con el entonces presidente Miguel de la Madrid, inaugurando a mediados de la década de los ochenta ese primer hotel.
Hoy con la estructura de pasivos de su compañía resuelta y el negocio creciendo, ha refrendado que dos son las claves del éxito:
Encontrar una pasión personal para dedicarse a ella, lo que implica no volver a trabajar, e invertir en ella toda la voluntad.
Coppel lo hizo y hoy tiene miles de cuartos de hotel.