El nuevo aeropuerto de la Ciudad de México

 
Alonso Gordoa
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Si son cinco aeropuertos de México los que concentran 90% de los vuelos internacionales, esto es Cancún, Distrito Federal, Los Cabos, Puerto Vallarta y Guadalajara; el gran cuello de botella se ha concentrado en la capital del país.



Es por ello que **Francisco Madrid**, director de la Escuela de Turismo de la Universidad Anáhuac, prevé que será durante la presentación del Plan Nacional de Infraestructura cuando el gobierno federal dará a conocer el megaproyecto del nuevo aeropuerto del centro del país.

Por lo que se sabe, se trata de la obra de infraestructura más importante de la historia de México, pero además será tan grande que estará terminada dentro de unos ocho años.

Así es que el presidente **Enrique Peña Nieto** enfrentará la paradoja de haber arrancado el plan más ambicioso, aunque lo inaugurará quien lo suceda en el poder dentro de cinco años y medio.

Dicho lo anterior, hay un reto inmediato y es incrementar la capacidad de operación del actual aeropuerto para lo cual no hay muchas cartas que jugar.

Ya es un hecho que el número máximo de aterrizajes en el Benito Juárez es de 61 por hora y que hay días de la semana en que se encuentran a tope.

Para comprobarlo, basta con tomar un vuelo un viernes por la noche, un domingo por la noche o un lunes por la mañana y descubrir que la terminal aérea es un hervidero.

Las opciones para aumentar su eficiencia y operatividad van en este sentido:

1. Reducir las operaciones de carga y llevárselas a otros aeropuertos alternos, como es el de Toluca.

2. Restringir los vuelos del gobierno federal y limitarlos exclusivamente a aquellos que implican temas de seguridad nacional.

3. Prohibir el arribo y despegue de aeronaves de menos de 100 pasajeros, pues en la actualidad ocupan espacio como si fueran los aviones más grandes.

4. Adquirir nuevas opciones tecnológicas y de suministro de combustible y avituallamiento, para volver más ágiles los procesos.

Todo esto se está cocinando en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y en el segundo semestre del año estará claro el panorama.

Hay quienes han dicho que con el lamentable caso de Atenco, cuando el presidente Vicente Fox no supo negociar la construcción del nuevo aeropuerto capitalino, comenzó anticipadamente el final de su sexenio, pues todos los factores reales de poder le tomaron la medida.

La expectativa es que Peña Nieto y su equipo logren, a través de esta prueba, calentar los motores para iniciar el proceso de las grandes reformas que requiere el país.

Si lo consigue, no habrá razones para dudar que tendrá la habilidad de negociar políticamente los otros cambios que son incluso más trascendentes.



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