El museo del Louvre en Abu Dabi

 
Carlos Velázquez
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Abu Dabi. El más grande de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y donde recae la presidencia de la Federación, tiene una visión sofisticada de la actividad turística.

Sus inversiones, a diferencia de Dubai, no sólo han estado dirigidas a desarrollar lo más alto o lo más grande; sino incluso a preservar la forma de vida de sus ancestros y a impulsar la cultura universal.



Antes de compartir algunos datos sobre el nuevo Museo del Louvre de Abu Dabi, en la isla de Saadiyat; es interesante el desarrollo del Qasr Al Sarab, el Palacio en el Oasis, un resort de 200 habitaciones con una inversión superior a los 500 millones de dólares.

Se encuentra en una reserva del desierto de Liwa y la propiedad pertenece al gobierno de Abu Dabi; aunque es operada por Anantara, la marca de hotelería de lujo del grupo asiático Minor.

Sus principales mercados son Japón, Alemania y Estados Unidos, pero llegan viajeros de todas partes del planeta.

El éxito de este desarrollo se debe a que permite conocer la vida de los habitantes del desierto; pero con un alto grado de lujo y confort.

Hacer un paseo en una camioneta de doble tracción por las enormes dunas de la zona; experimentar paseos en camello; observar un espectáculo de cetrería; practicar el tiro con arco y flecha o asistir a una clase de cocina local son algunas de las actividades que atraen a los turistas.

Quienes además pagan cantidades importantes, lo que se ha convertido en una fuente de empleo y negocio para esta zona aislada y extrema.

Por su parte el Louvre Abu Dabi, que comparte el nombre con el famoso museo de París, fue estrenado hace exactamente un mes, tras haber firmado una alianza de 30 años con esa institución francesa.

Ello incluyó un pago de 525 millones de dólares por compartir su nombre y 747 millones más por exhibir sus piezas; además de la construcción que abarca toda la isla de Saadiyat, con una inversión de más de 120 millones de dólares.

Seguramente la principal razón para visitarlo no es la extraordinaria colección de piezas que posee, sobre todo de la región del Medio Oriente, sino el diseño arquitectónico en sí mismo del francés Jean Nouvel.

La cúpula que parece flotar sobre el agua y cuyos juegos de luz interior, a través de un entramado de acero, están inspirados en las palmeras de dátiles, seguramente será un atractivo que crecerá entre los interesados en la cultura.

La organización del museo no puede ser más distinta a esa visión que tratan de vender muchos sobre el supuesto ostracismo de quienes practican la religión musulmana; pues el orden de las salas responde a grandes temas universales.

Además de las famosas piezas que le prestó el Louvre en esta etapa, un Monet, un Van Gogh, un Miró o un Rufino Tamayo, entre muchas; hay otras propias de Egipto, Mesopotamia, Irán y el propio Abu Dabi.

Un país cuya riqueza petrolera, comparte aquí una visión profunda de la humanidad.



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Periodista apasionado de los viajes y de entender y comunicar cómo funciona la industria del turismo.

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