El Four Seasons con la mayor reserva natural abrió sus puertas

 
Carlos Velázquez
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Costa Alegre, Jalisco. Cuando José Chapur, presidente de la cadena de hoteles Palace, conoció La Casa de la Playa, de Grupo Xcaret, con una inversión declarada de más de un millón de dólares por llave, dijo: “Nunca la van a recuperar”.



Pero si ese hotel boutique de súper lujo en la Riviera Maya ya está cambiando los paradigmas de la hotelería en México, este fin de año abrió sus puertas el Hotel Four Seasons enclavado en la mayor reserva natural privada de los sitios donde opera esta cadena global.

Se trata de Tamarindo, del banquero mexicano Roberto Hernández y su familia, en donde además de la rentabilidad entrarán en juego otros conceptos como “legado”, “rentabilidad emocional” y la exaltación de la cultura mexicana.

Quizá muchos no hayan escuchado sobre la isla Tamarindo y las iglesias, como se conoce al corazón de un conjunto de decenas de islotes enfrente de la reserva, que recuerdan más el paisaje de Halong Bay, en Vietnam, que a otras imágenes vistas en México.

Pasear en lancha por esta zona, en la época en que se aparean las tortugas golfinas y llegan de visita las ballenas jorobadas, es un espectáculo único de la naturaleza.

Hernández construyó frente a esos islotes una mansión que sigue usando con su familia; mientras que la reserva del Tamarindo recibió originalmente un proyecto turístico administrado por una compañía estadounidense que fue readquirida para iniciar hace unos 10 años la construcción del nuevo hotel.

Originalmente Mauricio Rocha concursó por el proyecto arquitectónico, pero la cadena hotelera que fundó Isadore Sharp consideró que no tenía el tamaño ni la experiencia para comandarlo.

Entonces apareció el nombre de otro mexicano, Víctor Legorreta, y finalmente fueron los dos, con una fusión que tomó el nombre de “Legorrocha”, como inició el diseño y la construcción de un hotel de apenas 157 habitaciones.

Luis Guañeri, arquitecto responsable de la ejecución, vio cómo después de muchas deliberaciones, la construcción se redujo a cinco materiales: mármol mexicano; recinto (una piedra volcánica); madera; piedra y concreto.

Este último fue objeto de decenas de pruebas, hasta que junto con Cemex desarrollaron un material del color de la arena de la zona.

Mientras las interioristas Ofelia Uribe y Esterlina Campuzano trabajaron con los arquitectos en un conjunto de espacios y ambiente en donde está presente una versión de las artesanías y el arte mexicanos, que también suma lo que es útil y la tecnología.

El proyecto se fue alargando hasta que Félix Murillo, quien es el director general de este nuevo Four Seasons, después de haber ocupado dicho cargo en destinos como la Ciudad de México y Estambul, decidió abrir con menos de 40 habitaciones con la misma lógica que los dueños que se mudan a su nueva casa para cerrar realmente con el proceso de ir terminando la obra.

Los paseos en lancha entre las formaciones rocosas, las salidas a pescar, el golf y los paseos interpretativos por una reserva donde siguen viviendo cinco de los seis felinos salvajes que hay en México, son algunas de las muchas razones para visitarlo.

La sustentabilidad es cara, cuidar sin invertir tiene mucho de falso, así es que será el tiempo el que dirá si este proyecto peculiar se consolida como el motor para conservar una de las reservas más extraordinarias no sólo de México sino del mundo.



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Periodista apasionado de los viajes y de entender y comunicar cómo funciona la industria del turismo.

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