El miércoles planteé la hipótesis de que la prisa mostrada por Miguel Torruco, titular de Turismo, para darle en tiempo récord el reconocimiento a 45 pueblos mágicos sólo tenía sentido si iba a dejar el puesto o le iban a cerrar la Sectur.
“Frío, frío”, me dicen, aunque sí o sí hay un trasfondo político en candente momento en el que las corcholatas de Morena ya recibieron de Torruco, con los nuevos pueblos, una “ofrenda turística”.
Hasta antes de esta semana había 8.6 millones de personas viviendo en los 132 pueblos mágicos, pero con los 45 adicionales se eleva el número a 177 y el universo crece en 1.8 millones, así es que ya son 10.4 millones de individuos.
Recordemos que 27 estados presentaron la solicitud para contar con, al menos, un nuevo Pueblo Mágico y todos recibieron, al menos, una opinión positiva, así es que el funcionario quedó bien en la simpatía de igual número de gobernadores.
Esto no implica que ninguno contara con los atributos para hacerlo, por ejemplo, Maribel Collins, titular de Turismo y Economía de Baja California Sur (BCS), dijo que ya antes se habían hechos dos intentos para conseguirlo en Santa Rosalía y que ahora se atendieron todos los comentarios previos.
Así es que dio un “brinco” de felicidad al recibirlo, más en un momento en que los cinco estados alrededor del Mar de Cortés (Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa y Nayarit) se preparan para hacer un evento de Pueblos Mágicos en agosto.
Con el propósito de aportar elementos técnicos sobre este fast track político de los Pueblos Mágicos, consultamos a un par de expertos.
Eduardo Barroso, padre del programa durante el gobierno neoliberal y fifí de Vicente Fox, dijo que, ciertamente, fue extraña la velocidad, pues una revisión a fondo del expediente podía dilatar en el pasado incluso un año.
También le sorprendió el viraje del discurso de aquel Torruco que a inicios del sexenio criticaba muy fuerte el programa y consideró poco afortunado no haber sumado a los presidentes municipales y a los comités ciudadanos de los Pueblos Mágicos, pues ellos son los que le dan profundidad y futuro.
Además, recordó que no es una marca, sino un programa y que, si no cuenta con recursos públicos para impulsarlo, difícilmente se conseguirá el propósito de mejorar las condiciones de vida de la población a través del turismo.
Mientras, José Ángel Díaz Rebolledo, hoy director de la Facultad de Turismo y Gastronomía de la Universidad Anáhuac, dijo que cuando él era director general del programa se formaban equipos de, por lo menos, cuatro personas, dos de la Sectur, del Fonatur y otro del Consejo de Promoción Turística (CPTM) para viajar y comprobar realmente lo que decía el expediente.
Incluso, los funcionarios que ya tenían relación con los de cierto estado no podían ir al mismo, para evitar el amiguismo.
Además de lo dicho por estos dos especialistas, hay que añadir que los cinco funcionarios que asignó la Sectur en total ni tienen el don de la ubicuidad ni el tiempo para visitar 120 pueblos en 80 días.
También es inconcebible que el propio Torruco haya reconocido que San Blas y Puerto Balleto (en las Islas Marías) sean Pueblos Mágicos por ¡instrucción presidencial!
Algo que sería tanto como que Harry Potter llegara al examen sin hacer la tarea y compartiera su varita con Lord Voldemort.