El barco más grande del mundo

 
Alonso Gordoa
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Allure of the seas. Cuando la Organización Mundial de Turismo (OMT) cita la palabra “experiencia” como eje de los viajes, en México se piensa en arte, tradiciones o naturaleza; pero la visión de los estadunidenses es distinta y, por lo visto, efectiva comercialmente hablando.



Hoy el barco más grande del mundo es éste, el “seductor de los mares”; un crucero de 360 metros de largo por 64 de ancho y 65 de altura; más que un hotel, un resort flotante.

Tiene dos mil 706 camarotes de diversas categorías, 46 de ellos habilitados para entrar con sillas de ruedas, 24 elevadores, capacidad para seis mil 296 huéspedes y dos mil 384 tripulantes.

Hasta este sexenio, por decir algo, Huatulco no tenía dos mil cuartos y Loreto carece de ellos.

El hecho en sí de viajar en el barco más grande del planeta, un récord que seguramente pronto será superado, ya es una experiencia en sí y un motivo para viajar creado por los humanos.

Aunque eso es sólo el principio, dado que las sorpresas se acumulan una tras otra:

Cuenta, por ejemplo, con la piscina más profunda que ha habido en un barco, donde hoy se presenta un espectáculo con acróbatas que recuerda espectáculos que antes sólo estaban disponibles en Las Vegas.

Un bar está montado en un elevador que sube y baja lentamente, mientras los clientes no saben si los marea el alcohol o los movimientos.

Una “tirolesa” o línea de acero está dispuesta en la parte más elevada del navío, en el piso 16, desde donde los amantes a la adrenalina se deslizan a toda velocidad sujetos por arneses.

Como Royal Caribbean, la naviera propietaria del barco, no es socia de Mickey Mouse, entonces hizo una alianza con Dreamworks y los personajes de Madagascar están disponibles para convivir con los niños, quienes tienen además un piso completo con tiendas y actividades para ellos.

También hay una pista de hielo, una pared para escalar y un Central Park con árboles vivos, restaurantes y música al aire libre.

Pero además el barco en esta ruta sale de Fort Lauderdale y permite visitar la playa de Labadí, en Haití; Falmouth, en Jamaica, y luego va por un día a Cozumel.

Hay quienes recuerdan lo engorroso que era hace años subirse a un barco para miles de personas, pero hoy la tecnología y el personal suficiente convirtieron la otrora traumática situación en un trámite de diez minutos.

Todo este conjunto resulta una experiencia deseable por muchos y para competir a ese nivel hoy no basta con las herencias del clima, la naturaleza o los ancestros; un país como México, que aspira a recobrar su liderazgo turístico, debe reflexionar en cómo poner en valor sus innegables atractivos.



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