LOS CABOS.– Cuando Robert J. Bisbee propuso a cinco amigos, hace más de 30 años, organizar un torneo de pesca al que cada uno aportaría dos mil dólares para darle diez mil al ganador y pagar con el resto la organización, nunca imaginó que esa idea no sólo cambiaría su vida, sino que le generaría millones de dólares a los habitantes de este destino.
Hoy la bolsa en juego es de 2.75 millones de dólares, producto de las aportaciones de los 106 equipos de pesca que desde ayer por la mañana y hasta el viernes navegan por el Mar de Cortés en busca del marlín azul o negro más grande del Acuario del Mundo.
Monto económico 20% superior al que se recaudó el año pasado e indicio de que la economía estadunidense, mercado natural de este torneo, se va recuperando.
Aunque también hay equipos mexicanos, canadienses, de Japón y de otros muchos países, incluyendo Namibia y Armenia que por primera vez vinieron a probar suerte.
Según las estimaciones de los organizadores, la derrama este año para el destino rondará los 12 millones de dólares, pues el turismo de pesca deportiva es el que más gasta en el mundo.
Rubén Reachi, secretario de Turismo de Baja California Sur, dice que el éxito del torneo se explica por la fama de Los Cabos como destino de pesca y por la credibilidad de Bisbee y su hijo Wayne sobre la seriedad con que se reparten los premios.
En el torneo ha habido polémica por las actitudes de algunos participantes y por la aplicación de las reglas, pero la permanencia se la dio el fundador cuando, tras ganar la primera edición, no participó más como pescador.
Este año el tema noticioso sigue siendo la ejecución, hace menos de una semana, de Francisco Rafael Arellano Félix, en una fiesta que ofrecía en un desarrollo residencial ubicado en el corredor turístico, a manos de un sicario disfrazado de payaso.
Así es que minutos antes de las 08:00 de la mañana, cuando Bisbee, Juan José Martínez Pacheco, director general de Desarrollo de Producto de la Secretaría de Turismo, y José Antonio Agúndez, presidente municipal de Los Cabos, dieron el disparo de salida causó revuelo la llegada del capitán del barco Chupacabras con la cara pintada de payaso.
Entonces Agúndez, sobre quien Excélsior publicó hace unos días que había dejado la fiesta de Arellano Félix antes de que fuera asesinado, aunque él no lo reconoce, hizo gala de sobriedad y buen gusto.
Con la pistola de balas de salva apuntando al cielo exigió apurar el disparo de salida: “Es que”, dijo mientras miraba a las modelos en bikini, “ya me cansé de tenerla arriba”.