Afecta al turismo impuesto por la huella de carbono

 
Alonso Gordoa
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Dicen que no hay dobles intenciones y que los británicos tienen un compromiso serio con la ecología, el caso es que un peculiar impuesto del mundo desarrollado sobre la huella de carbono se está convirtiendo en una carga pesada para los destinos mexicanos.



En medio de toda la algarabía que generó Sir Richard Branson, presidente de Virgin Atlantic, la aerolínea que inició operaciones la semana pasada entre Londres y Cancún, hubo un “negrito en el arroz”.

Precisamente, esta carga impositiva que, para ponerlo en términos de precios y centavos, significa que una familia de cuatro personas que busca sacudirse el frío londinense en las playas del Caribe mexicano tiene que pagar cerca de 400 libras esterlinas por el concepto.

El asunto tiene una lógica medioambiental interesante, pues busca compensar el daño que le hace el vuelo de un avión a la capa de ozono con recursos que serán invertidos en acciones como plantar árboles o cuidar reservas de la biosfera.

El asunto ha llegado hasta Eduardo Medina Mora, ex procurador General de la República, hoy habilitado como embajador de México en Gran Bretaña.

Su estrategia ha sido buscar alianzas con legisladores londinenses, para hacer referencia a otro aspecto que equilibra el mencionado daño ecológico.

Resulta que Gran Bretaña busca también acortar las distancias entre el mundo desarrollado y el mundo en vías de desarrollo para lo que destina 0.7% de su PIB y el turismo es una de las actividades económicas que contribuyen de forma destacada a ese propósito.

Así es que el diplomático ha ofrecido argumentos en el sentido de cómo los países ricos deben abaratar y no encarecer la actividad turística que favorece a pobladores de bajos ingresos en México.

La visión ha tenido una buena acogida, pero en un mundo de competencia intensa en el turismo,
México deberá seguir haciendo frente a esta carga que, por lo demás, está mal diseñada.

Resulta que el impuesto se calcula en función de la distancia a las capitales de cada país; así es que Londres, a sólo siete horas de Washington DC, la capital estadunidense, hoy le está cobrando menos impuestos ambientales a sus ciudadanos que vuelan hasta Cancún que a los van a las islas de Hawái.

Además de todo, el asunto no es tan fácil de rebatir, pues resulta que hay vuelos directos de Londres a Cancún; pero ni de relajo hay un vuelo desde Londres hasta, por decir algo, Honolulu.

Así es que, como la Ley Manglar, este caso se está convirtiendo en un ejemplo bien intencionado que a la hora de aplicarlo es un desastre.

Ojalá Medina Mora avance en este asunto, pues aunque puede permanecer en el cargo, lo cierto es que se acerca el cambio presidencial.



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