Acusan a Sectur CDMX de dilapidar 30 millones de dólares

 
Gustavo Armenta
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El próximo secretario de Turismo de la Ciudad de México, Carlos Mackinlay, no parece tener muy buena opinión de Armando López Cárdenas, actual titular de esa dependencia y quien le entregará su oficina dentro de cuatro meses.



López Cárdenas fue secretario de Finanzas de la capital del país en parte de la administración de Marcelo Ebrard, y Miguel Ángel Mancera, a los dos meses de haber arrancado su mandato como Jefe de Gobierno, lo nombró director del Fondo Mixto de Promoción Turística (febrero de 2013). Ahí permaneció hasta que Miguel Torruco Marqués (próximo secretario de Turismo federal) renunció para irse a colaborar en la precampaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador. Esta dimisión abrió la puerta para que en febrero de 2017 López Cárdenas fuera nombrado secretario de Turismo de la CDMX. Su lugar en el Fondo Mixto lo ocupó Irene Muñoz Trujillo.

Funcionario de muy bajo perfil mediático, López Cárdenas rara vez aparece en público, frecuentemente envía a Muñoz Trujillo para que lo sustituya en eventos y tampoco es afecto a dar conferencias de prensa o entrevistas a los medio de comunicación. Su relación con Torruco Marqués, cuando éste era el secretario de Turismo, estuvo marcada por el enfrentamiento. Nunca se llevaron bien, sus maneras de trabajar no coincidían.

A finales de mayo pasado, durante un acto de campaña de Claudia Sheinbaum por la Jefatura de Gobierno de la CDMX, en el que se reunió con la comunidad de la industria turística de la capital, Mackinlay pronunció un duro discurso con un blanco muy específico: Armando López Cárdenas.

Mackinlay explicó que tanto la Secretaría de Turismo de la capital como su Fondo Mixto de Promoción Turística fueron creadas hace veinte años, en buena parte de los cuales se alcanzaron diversos logros, entre los que destacó el cambio de vocación turística de la capital, que dejó de ser un destino exclusivamente de negocios, para convertirse también en un destino de placer; la ampliación de las libertades ciudadanas, de la tolerancia y el respeto a las diferencias, que provocó una mayor llegada de viajeros; y el surgimiento de grandes recintos para congresos y convenciones.

Y afirmó que la mayor parte de estos cambios se produjeron gracias a la virtuosa relación entre las políticas públicas y los empresarios, al buen uso del presupuesto, a una buena planeación y al seguimiento de las acciones establecidas.

Dicho esto, afinó la puntería y disparó al blanco: “Sin embargo, los ciclos parecen cumplirse indefectiblemente. Los dos últimos años de política turística implementada por la Secretaría y los últimos seis años de trabajo del Fondo Mixto demuestran la vigencia del dicho: renovarse o morir.

“En efecto, salvo honrosas excepciones, como por ejemplo la de un programa de turismo social que se creó hace veinte años y que recobró un gran impulso bajo la administración de Miguel Torruco, todo parece desmoronarse alrededor de la política turística de la ciudad.

“No existe ya la oficina de turismo LGTB; desapareció de un plumazo la Oficina de Congresos y Convenciones; no se llevó a cabo ningún proyecto de rehabilitación urbano-turística en beneficio ni de la ciudad ni de sus visitantes; se retrocedió en materia de turismo médico; no se produjeron avances en turismo religioso y de aventura; y se encuentra a punto de colapsar el sistema de información estadística, que fuera antaño el mejor de todo el país”.

Enseguida, Mackinlay enlistó otra serie de acciones negativas y añadió: “Pero quizá lo peor ha sido que se han desaprovechado los recursos históricos que el sector logró generar, gastándose, como se dice, la pólvora en infiernillos. Tan sólo en cada uno de los dos últimos años el presupuesto del Fondo ha superado los 700 millones de pesos.

“Cualquier destino turístico del país y del mundo estaría feliz de contar con esos más de treinta millones de dólares para beneficio de la industria turística: aquí, estos recursos se atomizaron, se fragmentaron, se dilapidaron, sin que hubiese el menor asomo de una política turística sensata e inteligente.

“Más que un ente de apoyo al turismo de la ciudad, el Fondo Mixto pareció actuar como una empresa privada más, al servicio de una Jefatura de Gobierno ávida por cumplir compromisos que poco tenían que ver con el turismo”, remató, no sin antes asegurar que en la Sectur CDMX impera una corrupción galopante.

De acuerdo a su propio diagnóstico, las cosas están muy mal en esa dependencia, por lo que el trabajo que le espera para enderezarlas es mucho. Pronto nos podrá decir de qué tamaño es el lodazal que él mismo está anticipando que va a encontrar.

 



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