Conoce el destino más Real del Monte

 
Alonso Gordoa
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Ubicado a cerca de dos horas, en auto, partiendo de la Ciudad de México, Real del Monte es uno de los destinos hidalguenses por excelencia para una escapada ideal de fin de semana, no sólo por su cercanía con el Distrito Federal, también por su historia minera, leyendas inglesas y el sabor de sus famosos pastes.



Poco antes de encontrarse con este Pueblo Mágico, el Corredor Turístico de la Montaña, un camino serpenteante dibujado entre verdes cerros que se abren paso en medio de un cielo claro, es el perfecto preámbulo de las bellezas naturales que aguardan.

“Pueblo chico para gente grande” se lee en un letrero antes de ingresar a Real del Monte. Cada quien hace sus conjeturas.

Luego, las inclinadas calles adoquinadas, junto con las coloridas fachadas de sus casas dan la bienvenida al viajero.

Lo primero por recorrer es una pequeña plaza, en el centro de este poblado, donde destaca el quiosco y la fuente que los mineros ingleses traerían en 1885, rodeadas de banquitas y arbustos que invitan a descansar por un momento.

Frente a esta plaza, la Parroquia de la Asunción llama la atención con su provocador colora naranja que contrasta con el azul del cielo. Se trata de una construcción que data del año de 1563.

Edificada en mampostería y bóveda, fue patrocinada por Pedro Romero de Terreros en 1762. Tiene dos torres, una con todo y su reloj, la cual se agregó en 1842, financiada con donativos de mineros. Muestra altares típicos de la época y del estilo neoclásico.

Con un paste en mano, el platillo típico de este lugar, una empanada ya sea dulce o salada, se disfruta de una caminata a paso lento. Aquí es posible ingresar a algunos de sus talleres de platería para ver el proceso de los artículos que se ofertan, desde collares, anillos y aretes, hasta adornos para la casa.

**Paseos de leyendas**

Justo a las afueras de la Parroquia de la Asunción, durante todo el día parten los paseos turísticos a bordo de un tranvía que lleva a los visitantes a conocer los principales atractivos del destino, aderezado con leyendas de payasos ingleses, historias de fantasmas y duendes traviesos.

Cuando el Sol comienza a ocultarse, abrigados de pies a cabeza, para evitar tiritar durante el paseo, los viajeros abordan el tradicional tranvía. La voz chillona de una joven que parece haber entrenado su acento como el de una cuentacuentos del más allá da la bienvenida a aquel vehículo.

El Panteón Inglés es un punto obligado en el tour. Fue construido por los habitantes ingleses que llegaron a Real del Monte a finales del siglo XIX.

Situado en un bosque de oyameles, en este cementerio descansan únicamente personalidades de ascendencia inglesa, motivo por el que las tumbas están orientadas hacia Inglaterra, a excepción de la del payaso Ricardo Bell, quien ordenó que su lápida diera la espalda a su país, pues lo despreciaron por ser pobre.

El panteón abre de las 9:00 a las 17:00 horas y actualmente es cuidado por María del Carmen Hernández, quien luego de la muerte de su padre Inocencio Hernández Lara, quien había dedicado cerca de 47 años de su vida a cuidar del panteón, falleció el año pasado.

“Don Chencho”, como le decían de cariño, es el único mexicano enterrado en este cementerio, como reconocimiento del gobierno inglés por su labor al frente del panteón, y fue nombrado miembro honorario del Imperio Británico.

A las afueras de este lugar hay una pequeña tienda donde se ofrece comida y café a los visitantes, además de recordar la historia de “Don Chencho”.

Aquí, se observa la foto de él y una placa como homenaje a su dedicación donde se lee: el “Eterno centinela del Panteón Inglés que lo cuidará hasta la eternidad”.

María ofrece una visita guiada al interior del pequeño cementerio para conocer cada una de las historias de quienes ahí descansan, como aquella de la persona a quién enterraron viva y sólo sufría de un ataque cataléptico, la de la niña que parecía reina porque llevaba todas sus joyas o la historia de un amor parecido al de Romeo y Julieta, esta última, una de las favoritas de María, quien trabaja en el panteón todos los días, pues como dice ella de forma graciosa, “aquí nunca se descansa”.

El tour del tranvía pasa por sus estrechas calles empedradas subiendo y bajando, mientras se cuentan leyendas de duendes que hacen maldades a los visitantes y hasta de la Llorona misma. Otro punto de importancia es el mirador, desde donde se aprecia la belleza de aquel pequeño poblado.

**Historia minera**

Al siguiente día, la Mina de Acosta espera para contar su historia. Con el casco ya puesto, Miguel, el guía de la mina comienza la explicación.

A principios del siglo XX existieron en Real del Monte más de 140 minas, y la explotación de plata de la región ocupó importantes lugares en la producción mundial. Plomo, hierro, cuarzo y plata eran parte de los minerales que se obtenían de esta mina.

Anteriormente, cuando la mina estaba en operación, llegaron a laborar hasta 900 personas al día en diferentes turnos.

Se aprecian las tecnologías mineras de diversas épocas y se revive la historia de los antiguos mineros, como la forma en la que trabajaban y sus costumbres. Llegaron a laborar niños de hasta 11 años y se cuenta que las mujeres no podían ingresar porque se tenía la creencia de que los minerales se escondían cuando ellas entraban a la misma.

Destaca la historia de los famosos pastes, el almuerzo de los mineros ingleses, que se convertiría en la comida por excelencia de los mineros, ya que era de fácil preparación para sus esposas y la frase “a ojo de buen cubero”también tiene aquí su origen, pues según explica Miguel, al ver una cubeta de aluminio en uno de los oscuros túneles de la mina, que la cubeta servía para que los trabajadores hicieras ahí sus necesidades fisiológicas sin luz, de ahí la frase, ya que tenían que calcular todo.

La Mina de Acosta se caracteriza porque tiene una de las chimeneas mineras más antiguas y mejor conservadas. Al final, una visita a lo que fuera la antigua Casa del Superintendente no puede faltar. Posee mobiliario original de la época inglesa y fotos de los antiguos mineros.



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