Hotel Majestic, un clásico de Barcelona

 
Laura Rodriguez
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Si los estadounidenses son apreciados en los hoteles en México por su capacidad de gasto, los mexicanos no han hecho un mal papel en Barcelona y más en un hotel favorito de las familias y parejas mexicanas que aman la buena vida y pueden pagar por ella.



La semana pasada tuve la oportunidad de estar en una cena maridaje, organizada por Majestic Hotel & Spa Barcelona, cuyos directivos vinieron a la Ciudad de México para dar a conocer sus novedades gastronómicas, fue en el restaurante Zubieta ubicado en el Palacio de Hierro de la plaza Mítikah.

Este evento, por casualidad, coincidió con los 108 años de vida del Majestic, propiedad de la familia Soldevila-Casals y uno de los 500 mejores del mundo, según la revista Travel + Leisure, así que el menú contenía algunas de las recetas de la carta original del restaurante SOLC, el espacio gastronómico del hotel situado en Barcelona.

Es costumbre en el SOLC hacer homenaje a la cocina barcelonesa con productos de temporada y con la cercanía de lo que se ha dado por llamar cocina de kilómetro cero, es decir de su huerto propio o de proveedores locales que garanticen su frescura en la mesa.

Siguiendo estos preceptos el Chef ejecutivo David Romero se dio a la tarea de ir a los principales mercados de la Ciudad de México en busca de los insumos con los que realizaría las recetas que han hecho famoso a ese comedero de la ciudad de Dalí para ofrecerlas al público mexicano.

El menú constó de un boquerón marinado con aceite de oliva negra y mayonesa de anchoa, de sabor contundente pero delicioso; continuó con los famosos guisantes de “El Maresme”, conocidos como “la perla verde”, calamar, gel de limón y menta, sutil al paladar, platillos acompañados por un Albariño, Rías Baixas llamado Terras Gauda.

Siguió una albóndiga de Ibérico con sepia y alioli de azafrán, que de pensar en ella se me hace agua la boca; además un Robalo a la costa Brava y remató con una terrina de pollo a la catalana con foie, ciruela y pistaches. Todo esto resbaló muy bien con una copa de Abellars, un blend a base de Garnacha Cariñena, Cabernet Sauvignon y Shiraz, de la región de Priorat precisamente en Cataluña.

Para el “desempance” un postre de cítricos de Lérida con pesto de menta muy refrescante, acompañado con una copa de Cava, Penedés.

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