Cosa poco común durante el actual sexenio, el viernes pasado**Enrique Peña Nieto** abrió las puertas de su casa para llevar a cabo un evento que tuvo como tema el turismo.
El motivo para que el presidente recibiera en Los Pinos a funcionarios y empresarios de este sector fue recibir de manos de **José Ángel Gurría** —canciller y secretario de Hacienda durante el gobierno de **Ernesto Zedillo** (1994-2000)—, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el “Estudio de la Política Turística de México”, encargado por el gobierno mexicano a este organismo que tiene su sede en París.
Así, en el salón “Adolfo López Mateos” se dio cita la crema y nata del mundo del turismo nacional, además de algunos otros miembros del gabinete, como el aprendiz de política exterior, **Luis Videgaray**; o **Ildefonso Guajardo**, de Economía; y algunos gobernadores de estados en los que el turismo juega un papel importante en sus finanzas, como **Carlos Joaquín**, de Quintana Roo; **Roberto Sandoval**, de Nayarit; y **Carlos Mendoza**, de Baja California Sur.
Al presentar el documento, **Gurría inició, como era de esperarse, destacando el buen momento por el que pasa esta industria en México y enlistando las virtudes del sector, que regularmente se reduce a una cadena de estadísticas: aporta 8.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) —cuando el promedio en los 35 países que integran la OCDE es de 4.1 por ciento—, genera un valor por encima del promedio de la economía nacional, produce dos millones 300 mil empleos directos, que representan el 5.8 por ciento del total del país —aunque si se suman las plazas indirectas la cantidad fluctúa de los cinco a los siete millones—; además de que tiene una “Balanza Turística saludable que ayuda a compensar la baja de los ingresos provenientes del petróleo”, lo cual hemos comentado en diversas ocasiones en este espacio.
Después de esto, el secretario general de la OCDE habló de lo que realmente interesaba saber: las fallas y carencias que en materia de políticas públicas acusa el sector turístico nacional. Y, aunque en realidad el análisis de la OCDE no descubre nada nuevo —la problemática es la misma que se ha arrastrado durante años—, no está de más mencionar los señalamientos que al respecto hace el organismo internacional.
Por ejemplo, a pesar de que México es la novena —y muy probablemente ya la octava— potencia turística global en cuanto a recepción de visitantes extranjeros, y no obstante los discursos oficiales que datan del sexenio de **Vicente Fox**, nuestro país sigue siendo un concentrado destino de sol y playa, como si no tuviéramos con qué pelear en otros segmentos como el Turismo Cultural, de Reuniones, Aventura o Negocios, entre otros. Es decir, no hemos diversificado nuestros productos a gran escala.
“El potencial del turismo para impulsar un crecimiento incluyente y sostenible, así como para mejorar el desarrollo local y regional en México, tiene un amplio margen a ser explotado, y el sector enfrenta también retos diversos en materia de competitividad y sostenibilidad.
Los principales desafíos en materia política incluyen la necesidad de adaptar el modelo de desarrollo turístico para hacerlo más incluyente, para fortalecer su gobernanza, incrementar apoyos a las micro y pequeñas empresas y vincular nuevos mercados y destinos”, sostiene el informe.
Por tanto, recomienda al gobierno fortalecer la gobernanza del turismo mediante un enfoque de política más estratégico e integrado; fortalecer la conectividad aérea desde mercados emisores con alto potencial para apoyar la diversificación de mercados; desarrollar un sistema de transporte más integrado que facilite la movilidad del turista en el interior del país —“los vuelos domésticos son caros”—; adaptar el modelo de desarrollo turístico para responder a las tendencias del mercado; distribuir de mejor manera los beneficios del turismo y promover un crecimiento incluyente; diversificación de producto y desarrollo de los destinos, así como enfocar financiamiento a proyectos turísticos innovadores con alto potencial, incluyendo a empresas pequeñas y micros.
Cuando tocó su turno al secretario de Turismo, **Enrique de la Madrid**, le enmendó la plana a Gurría al precisarle que la aportación de esta actividad al PIB ya es de 8.7 por ciento. Dos décimas son dos décimas, sin duda.
Pero tal vez la recomendación más importante que Gurría le hizo a Peña Nieto fue que “hay que dar seguimiento a las recomendaciones del documento y su implementación, implementación, implementación; aunque no necesariamente en ese orden”, a lo cual se comprometió el titular de Sectur. Y es que esta “broma” de Gurría tiene mucho fondo e historia: es común que después de los grandes actos, llenos de elocuentes discursos, propuestas, promesas y compromisos, todo se olvide al apagarse las luces, las cámaras y los micrófonos.
A De la Madrid no le queda mucho tiempo, pero podría sentar las bases para aplicar las recomendaciones de la OCDE porque, como también dijo en el evento **Juan Pablo Castañón**, presidente del Consejo Coordinador Empresarial: hay que mantener perspectivas de largo plazo, incluso transexenales.