El mundo inverosímil e inusitado del nuevo coronavirus, incluso provoca que no pocas reflexiones partan de premisas falsas.
En el análisis sobre Coronavirus y Turismo, que liberó la semana pasada la Universidad Anáhuac bajo la autoría de Francisco Madrid y José Ángel Díaz Rebolledo, está la siguiente propuesta dentro de las conclusiones:
“(…)Se debe hacer una profunda reflexión desde la perspectiva pública y, producto de ella, redireccionar un porcentaje relevante de los recursos captados por el Derecho de No Residente (DNR) para aplicarlos al conjunto de acciones de mercadotecnia para impulsar la demanda en los meses subsecuentes a la crisis”.
Aquí está otra del Consejo Nacional Empresarial Turístico, que preside Braulio Arsuaga, y que forma parte de las 14 medidas que pidió este organismo al gobierno federal para salir de este problema.
“Dirigir exclusivamente el impuesto al hospedaje para la difusión de imagen y la actividad turística”.
Se trata de dos propuesta serias, sensatas, lógicas; pero con un componente irreal.
Después hay que leer esta declaración del presidente López Obrador, que padece de la misma situación:
“(…) Ya nada de rescates al estilo del periodo neoliberal que le daban a los bancos a las grandes empresas, no, que ni estén pensando en que van a haber condonaciones de impuestos, otros mecanismos que se usaban antes, si tenemos que rescatar. ¿A quién tenemos que rescatar? A los pobres, por el bien de todos primero los pobres…”.
El elemento común ante el escenario de parálisis económica que se anticipa por al menos tres meses; es que no habrá DNR, ni tampoco impuesto al hospedaje, ni dinero para repartirle a los pobres.
Hace unos días un político turístico de la 4T estaba furioso ante la propuesta de regresar el DNR al propósito original para el que fue creado, es decir la promoción turística.
En realidad lo que también se frenará este año será la construcción del Tren Maya.
Sólo con proyectar los pronósticos de la Organización Mundial de Viajes y Turismo, según los cuales habrá 25% menos viajes internacionales en el mundo, se perderán al menos mil quinientos millones de pesos este año para el proyecto turístico del sexenio.
Las necesidades de los pobres y, sobre todo, las que están surgiendo por la pandemia provocarán que el Gobierno federal eche mano de todos los fondos que tenga disponibles, incluyendo la baja recaudación que generará el DNR.
Y, además, dentro de tres o cuatro meses, cuando los turistas seguramente comenzarán a regresar de la pandemia; aquellos países que sí entienden cómo funcionan los mercados, utilizarán sus mejores estrategias apoyadas por sus respectivas oficinas y expertos.
Pero en México ya no hay Consejo de Promoción Turística y entonces este sector mexicano vivirá esa paradoja, en donde no llegarán suficientes turistas porque no habrá recursos para promoción; pero tampoco habrá fondos para el Tren Maya porque faltarán turistas internacionales que paguen el DNR. Así es que la realidad misma estará acabando con un proyecto de infraestructura que nunca debió de haber nacido, al menos estructurado financieramente de esta manera.