Una “crisis nerviosa” para la oferta turística en Cuba

 
Redacción
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Aparentemente los empresarios turísticos mexicanos deberían estar preocupados tras conocer las noticias sobre las inversiones estadunidenses que llegarán a Cuba luego de la visita del presidente **Barack Obama** a La Habana.



Como Starwood, que finalmente será vendida en la tercera vuelta a Marriott, dejando fuera a la aseguradora china Anbang, y que anunció la apertura de tres hoteles en La Habana.

Mientras que **Brian Chesky**, fundador y CEO de Airbnb, declaró que con cuatro mil casas ya registradas y 16 mil potenciales más con dueños dispuestos a brindar hospedaje, La Habana es el mercado que más está creciendo para esta plataforma.

Al tiempo que **Arnold Donald**, CEO de Carnival, firmaba con las autoridades cubanas los acuerdos para que sus cruceros de la marca Fathom comiencen esta primavera con sus recorridos entre Miami, La Habana, Cienfuegos y Santiago.

Visto así, de golpe, todo parecería indicar que, de la noche a la mañana, Cuba está destinada a convertirse en una potencia turística caribeña, capaz de eclipsar a los destinos más exitosos, incluyendo a los dominicanos y mexicanos.

Algo que seguramente podría suceder si estos últimos se cruzaran de brazos y dejaran que sus productos turísticos caducaran, aunque incluso en ese improbable escenario pasaría un buen tiempo.

En cambio, lo que se presenta de inmediato es un reto enorme para Cuba, que puede terminar padeciendo una “crisis nerviosa” debido a su propio éxito.

Y es que hoy enfrenta a una “hidra”, monstruo de varias cabezas, como la insuficiente infraestructura pública y privada; limitaciones en sus sistemas de distribución de productos al mayoreo; una cultura con una visión peculiar del servicio y un aumento en muchos precios. Sobre la infraestructura, las deficiencias van desde lo más esencial, como elevadores suficientes y de buen tamaño en la mayoría de los hoteles, hasta carreteras pavimentadas e internet de alta velocidad.

Además, la isla carece de un sistema de producción capaz de soportar incrementos importantes de la demanda y tampoco tiene muchas empresas de distribución al mayoreo, así es que ya están faltando alimentos básicos de la dieta cubana, como la carne de pollo.

Cuba se ostenta como un país socialista y en ese modelo igualitario, tampoco es fácil entender la importancia del servicio.

A diferencia de quienes lo brindan estimulado por un salario adecuado, como en Japón, o por la mezcla de salario y propina; en Cuba todavía no existe ni lo uno ni lo otro.

Más allá de la amabilidad de los cubanos, el servicio en este país generalmente es lento e ineficiente.

Y luego está el aumento de los precios, generados por la demanda de europeos y canadienses que se están apurando a conocer Cuba antes de que todo se “americanice” y los estadunidenses que lo están volviendo su destino de moda.

Por todo lo anterior, hoy quizá la forma más cómoda de visitar Cuba sea en cruceros como el de Carnival, con servicio a bordo estandarizado, camarotes en buen estado y comida garantizada.

Un modelo que, por cierto, no dejará una derrama importante en ese país.



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