Arqueólogos e Investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) exploran por primera vez las entrañas de la Plaza de la Luna, en Teotihuacan, y se han encontrado con lo que, desde una vista aérea, podría simular un paisaje lunar repleto de cráteres: fosas en cuyo interior se hallan estelas lisas de piedra verde, conductos que marcan al centro de este espacio los rumbos del universo y una serie de horadaciones que contenían cantos de río, un código simbólico que los antiguos teotihuacanos elaboraron en las primeras fases de la urbe, hace mil 900 años.
En un comunicado el INAH informó que, durante las primeras exploraciones al sitio, la directora del proyecto de investigación Verónica Ortega Cabrera, destacó que el hallazgo remite “a un nuevo ombligo de la ciudad, frente a un nuevo centro cósmico”.
Ortega investiga el corazón de la Plaza de la Luna, un sector que destaca en importancia dentro de la antigua metrópoli, en el que desemboca, al norte, la calzada de los Muertos, el gran eje del espacio sagrado de la gran ciudad del Altiplano Central.
“La Plaza de la Luna no era como la vemos actualmente. Estaba llena de hoyos, canales, estelas, los edificios quedaban mucho más retirados, y la Pirámide de la Luna era de menores dimensiones”, explicó la arqueóloga.
Agregó: “El tepetate que conforma la superficie de la Plaza de la Luna fue modificado”. Semejante a la cara de un queso gruyere, añadió, “se han identificado más de 400 oquedades usadas a lo largo de cinco siglos, pequeños hoyos de 20-25 centímetros de diámetro y cuyas profundidades oscilan los 30 centímetros; éstos se hallan en toda la extensión de la plaza, aunque se concentran más en ciertas áreas. En muchos de ellos había piedras de río, traídas de otro lugar.
El proyecto de investigación coordinado por Verónica Ortega comenzó en 2015 con cinco meses de trabajo, y este año se retomaron a inicios de abril y concluirán a fines de julio próximo.