Por la diversidad de atractivos turísticos en su haber es que en 2002 Comala, el “Pueblo Blanco de América”, nombrado así por el color de sus fachadas, fue reconocido como Pueblo Mágico, recientemente catalogado por la Secretaría de Turismo (Sectur) como el mejor de todos.
Este pueblito, inspiración del escritor Juan Rulfo para crear “Pedro Páramo”, está rodeado al norte por los imponentes volcanes de Colima, reservas de la biósfera, áreas naturales protegidas y el valle del estado.
Por ese motivo se aprecian diversos ecosistemas a su alrededor, lugares de excepcional belleza y ricos en frutos con frondosos árboles de mamey en los patios de las casas que, recién cortados, se venden por kilo o individuales a los paseantes y residentes.
De casas pequeñas y tejados altos, este, el “lugar donde se hacen comales”, cuenta con una hermosa arquitectura, como la de la presidencia municipal que está considerada como la más bella del estado. Data de principios del siglo XX y en su interior alberga un mural que muestra las tradiciones de los comalenses.
**La casa de un artista**
A cargo de la Universidad de Colima está la Casa Museo Universitario Alejandro Rangel Hidalgo. Se abrió en 1996 y muestra parte de la obra del artista colimense que consta de pinturas, artesanías en vidrio soplado, hierro y barro, y muebles, además de tarjetas navideñas premiadas por la UNICEF.
El también diseñador, escenógrafo e ilustrador gráfico, que desde pequeño podía realizar círculos y trazos perfectos a pulso, falleció hace 12 años, pero el estilo “rangeliano” perdura con dos de sus alumnos que se dedican a hacer copias de sus pinturas y las venden justo afuera de la casa.
Este artista nació efectivamente con un don, ya que nunca asistió a una escuela. A cambio, logró hacer fuertes lazos de amistad con Frida Kahlo, Diego Rivera y José Clemente Orozco, por lo que destaca en su obra la mezcla de todos estos estilos, además del abstracto y el realismo.
Elaborados con cedro y maple, los muebles que se exhiben han pertenecido a su familia por más de 50 años. Diversas embajadas de México han sido decoradas con ellos. Según el guía, incluso durante todo el sexenio de la época de Luis Echeverría.
Una extraordinaria colección de cerámica precolombina se exhibe en el último salón de lo que alguna vez fue su casa que, actualmente también es un ecoparque. Las piezas fueron halladas en el subsuelo de Nogueras y sus alrededores. Rangel las compró para hacer su colección privada y evitar que desaparecieran lejos de sus tierras.
**Magia después de los portales**
La zona de los portales en Comala es en sí misma una delicia. En toda la línea arquitectónica se encuentra una seria de restaurantes de comida típica donde solo se cobran las bebidas, pues las botanas van incluidas.
En Don Comalón los deliciosos antojitos incluyen probaditas de cueritos, tacos tuxpeños, de frijoles, enchiladas, burritos, hasta las tostadas de costilla de cerdo que se resbala y se cae de la boca con cada mordida, o la especialidad de la casa: el lomo con pepino. Y para beber, un ponche de alcohol de caña de diversos sabores: tamarindo, granada, café, cacahuate, coco y nuez.
Aunque pareciera que ese era el postre, después que hay que desabrocharse el cinturón para continuar, ya que el sabor es único y resulta casi imposible dejar de comer, qué mejor que una caminata por las calles donde, o bien a lomo de caballo, se admira a relajados jinetes disfrutando la brisa de la tarde.
Es obligatorio detenerse en una de las panaderías para comprar picón, un pan tan grande que hasta se abraza, bien infladito, hecho con piloncillo, canela y pasas. Nada más al entrar a las panaderías se percibe el aroma a pan recién hecho, que en ese momento los trabajadores, vestidos de blanco y concentrados en su labor producen con afán.
La calidez y los olores exigen acompañar al pan con un café. Nada como buscar La Flor de Suchitlán, donde el mismo dueño, el señor Gilberto, muele los granos tostados en su molino gigante, lo que llena el espacio de un penetrante olor al grano fresco y puro.
Luego de una deliciosa comida, a cinco minutos de Comala, otro atractivo espera. Se trata de la visita a la Zona Mágica. El lugar se descubrió debido a que la llanta de un auto se ponchó justo en la parte baja de la pendiente que se observa a lo lejos, un espacio que a simple vista parece llano, donde al dejar el auto en neutral e intentar cambiar la rueda, el auto se iba en reversa.
La calle original es la que está en medio, y a los laterales se han construido dos acotamientos para evitar accidentes de tráfico cuando la gente experimenta colocando agua pero, el resultado es siempre el mismo, mágico: en lugar de subir, todo baja.
Este lugar se incluye dentro de la ruta del café que se realiza en Comala.
**La Campana (relativa)**
La zona arqueológica de La Campana fue protegida por el gobierno en 1955, para que no se construyera un centro comercial. Ahí, se descubrieron vestigios en ella desde 1998, fecha en la que una arqueóloga salvadoreña de 65 años comenzó a excavar.
A pesar de que la arqueóloga ha dicho que la información saldrá a la luz hasta que su investigación termine, y que aún faltan por descubrir muchos misterios, ni a los lugareños, ni a los guías de turistas se les escapan.
Con mil 200 años de antigüedad, las pirámides son, en la actualidad, solo las plataformas donde estaban asentadas las casas, las cuales estaban hechas de madera con palma local, que era la de aceite, no la de coco, que fue traída hasta el siglo XVI.
Además, esta zona fue el núcleo prehispánico de mayor población del occidente de México. Su nombre lo tomó en 1936 por la serie de montículos que la conforman.
Los restos que aquí se encuentran son de la sociedad teotihuacana del periodo clásico sobresaliendo la presencia de las tumbas de tiro, ofrendas de cerámica, sistemas de drenaje pluvial, avenidas y un centro religioso con varios monumentos. Algunos de ellos se localizan en el museo de Alejandro Rangel.
Cientos de tumbas de tiro son lo más importante que tiene la zona. Una de ellas se puede observar tal y como al momento de su hallazgo. Las tumbas se caracterizan por ser galerías excavadas en el suelo, de dos a 16 mil metros de profundidad, donde se enterraban una o más personas con sus ofrendas tales como objetos de cerámica que representaban a hombres o mujeres en alguna actividad, como testimonio de la vida que llevaban, o con un nahual, comúnmente en forma de perritos xolozcuintles, muy característicos de la zona, incluso forman el emblema de Colima.
Aun en la actualidad, la gente local espera las lluvias para localizar, cuando la tierra se pone débil, algunas de las muchas tumbas de tiro que todavía faltan por descubrir y saquear las ofrendas, que venden a muy buen precio a los extranjeros.