En las pasadas vacaciones de verano mi sponsor y su servidora hicimos un viaje con cuatro de mis siete nietos a petición de ellos, que deseaban ir sin sus papás.
Así que me emocioné y propuse un recorrido comenzando por Oakland, California, pasando por el Parque de las Secoyas, San José, Pebble Beach, Los Ángeles y Las Vegas.
Pero Sander, de 13 años, sintetizó así el itinerario: “Mi Aby (así me dicen) nos quiere llevar a la única ciudad industrial de California y hacernos caminar entre unos árboles viejos y enormes”.
Su opción no tenía falla: Los Ángeles y Las Vegas y su hermano Misha y sus primas Fer y Bere, apoyaron la propuesta con vehemencia.
Como esta familia es democrática aceptamos la nueva opción de viaje y los invitamos a que cada día uno eligiera un restaurante.
Los Ángeles
El viaje por carretera inició de Las Vegas a Los Ángeles por la Interestatal 15 y en el camino pasamos a uno de los restaurantes más famosos para almorzar y cenar de la ruta 66 en Yermo, California: Peggy Sue ‘s 50’ s Diner.
Con una decoración detenida en los inicios del Rock
esta cafetería perdida en medio de la nada exhibe imágenes antiguas de Marilyn Monroe, Elvis Presley y los Jersey Boys, entre otros famosos comensales.
Afuera hacía un calor de más de 40º Celsius por lo que no les negué empezaran con una malteada seguida por un sándwich de queso y unos hot dogs; más que la comida aquí vale la pena el lugar, que evoca a las películas estadounidenses de los cincuenta.
Un italiano muy chic
Por suerte cenamos en Il Pastaio, un restaurante italiano en Beverly Hills favorito de los cuatro.
Está en una de las esquinas más concurridas de ese barrio elegante y allí preparan comida casera, lo que no excluye productos costosos como trufa blanca, caviar y grandes vinos.
Pero los niños van a lo suyo, es decir a la pasta Justin Bieber, unos ravioles con doble ración de salsa de tomate y mucho queso parmesano.
También son fanáticos de los arancinis, unos conitos de arroz empanizado acompañados de la misma salsa pomodoro. Entre bocado y bocado, se fueron a la calle para agitar las manos y llamar la atención de los ricos y famosos que pasan conduciendo sus carrazos.
Aquella noche vieron transitar al Canelo y un rapero se bajó de su Rolls Royce para darles las palmas.
Para cinéfilos
Entrar en Mel’s Hollywod es como estar en una película de los ochenta, en esta cafetería colindante con el Museo Hollywood, todavía hay rockolas accionadas por un cuarto de dólar, mismas que Misha hizo sonar sin parar.
Aquí estos expertos en pan francés y hotcakes aseguran que se comieron unos de los mejores de estos empalagosos platillos de toda su vida.
Después de una rápida visita al museo y caminar sobre la avenida para pisar algunas de las estrellas incrustadas en el pavimento, resultó ser un gran comienzo de esa jornada.
Después de cuatro días en Los Ángeles en donde hubo de todo, desde parques de diversiones, visita a la Warner Brothers, un día de playa y compras en Rodeo Drive, emprendimos el regreso a Nevada.
Las Vegas
Sander, el líder de la pandilla, propuso ir a las Hamburguesas de Gordon Ramsay en Planet Hollywood. Yo no soy muy amante de ese platillo, pero acepté flojita y cooperando.
Resultó ser de primera la combinación de sirloin y otros cortes con ingredientes como foie gras, una con trufa o la de queso roquefort todas dieron origen a suculentas hamburguesas.
Ramsay ha obtenido ganancias por 62 millones de dólares y es el chef 33 entre los mejor pagados del mundo, comentó el niño; lo vi en TikTok, aseguró.
El común denominador en cada uno de los restaurantes fue que nuestros compañeros de viaje decidieron festejar el cumpleaños de Ayo (apodo del sponsor) pidiendo un pastel con todo y velitas.
En el modesto y delicioso Thai Street Food Café; en el clásico Peter Luger, donde los niños dijeron que casi habían comido la mejor carne de su vida; en el Sinatra, que rinde homenaje al mayor personaje de la historia de Las Vegas y en el Sushi Samba que nos acogió noblemente con su comida peruana-japonesa.
Fueron siete cumpleaños en siete días diferentes del mismo año, en los que los niños disfrutaron haciendo rabiar noche tras noche al sponsor para después engullirse los postres que supuestamente él disfrutaría gratis.
Comer bien, concluí, no se contrapone a divertirse mucho en un viaje con cuatro niños.