El éxito de un sueño americano: La Catedral Café & Restaurant

 
Laura Rodriguez
hrs.

Recientemente estuve en Chicago y cuando me dijeron que íbamos a desayunar chilaquiles a un restaurante en Little Village, casi me muero de un infarto. Lo primero que pensé fue: ¿cómo? ¿venir hasta acá para comer unos chilaquiles gringos? Ya ni la burla perdonan los de Choose Chicago.



En fin, mi lema como Glotón Fisgón es: “No digas a nada que no, sin haberlo probado”, así que flojita y cooperando, me subí al Uber que me llevaría a La Villita que es el barrio considerado como México en Chicago.

Al llegar a la esquina en donde se encuentra La Catedral Café & Restaurant, vi que muchas personas se arremolinaban frente a la entrada. La primera señal de mi decálogo como fisgona y glotona es que donde hay mucha gente seguramente hay algo bueno, así que bajé la guardia.

Una vez dentro de este bizarro lugar plagado de ángeles, santos y crucifijos que justifican el porqué del nombre de La Catedral, me dispuse a darme un agasajo con ese desayuno tan mexicano.

Pues resulta que no sólo tienen los tradicionales chilaquiles rojos o verdes, cuentan con 14 tipos de salsas diferentes, unas más picosas que otras, que van desde rancheras, pasilla, a la diabla, con mole, suizos, en salsa de chipotle, vaya hasta en torta de chilaquiles.

Yo pedí los poblanos, las porciones son más que generosas y bien logradas, las tortillas son de a verdad, crujientes y resistentes a cualquiera de las salsas y no como los totopos para nachos que se aguadan a la menor humectación, la salsa cremosa y con el picor necesario para curar una resaca, que no fue mi caso.

Aunque el Chef Ambrocio González, originario de Guadalajara asegura que su menú está basado en platillos de Jalisco, la verdad es que el surtido va más allá de los chilaquiles que son la estrella del lugar; hay de todo para todos, desde enchiladas, huevos, ensaladas, sandwiches y burritos, hasta hotcakes y unas crepas que son la sensación.

Enfocarse es el secreto

Cuando le pregunté al Chef González cuál es el éxito de su negocio, en donde hay que esperar hasta una hora para poder entrar, sin dudarlo, me respondió que es estar enfocado en el servicio. “El éxito es de todo el equipo de trabajo que está detrás de mí”. Aquí hay que esperar por una mesa, pero no por la comida, aseguró.

No todo ha sido miel sobre hojuelas para Ambrocio, él empezó en su natal Guadalajara vendiendo tostadas en un mercado, a los 16 años viajó como bracero para llegar a Estados Unidos en busca del sueño americano.

De la necesidad aprendió a cocinar y de su madre los valores con los que se rige. Es un hombre visionario y audaz, empresario comprometido con su sociedad y su entorno.

Hace 20 años, cruzó el desierto de Arizona, pasó por todas las vicisitudes que viven los migrantes en un país ajeno, por eso es empático con la gente que trabaja para él.

“Nunca olvides cuando llegaste y lo que sufriste para estar aquí, para que no desistas al seguir persiguiendo tu sueño”. Se repite cuando se siente flaquear.

Ahora ya habla inglés, se graduó como chef en Le Cordon Bleu de Chicago y escribió un libro de cocina en donde cuenta su historia a través de las recetas y para su satisfacción, como el hijo pródigo, lo presentó en La Fil (Feria internacional del libro) en Guadalajara.

Actualmente cuenta con tres establecimientos, su restaurante original, una sucursal más compacta, con servicio sólo en mostrador y otro dentro de Clínica La Esperanza y próximamente abrirá La Casa de las Flores en contra esquina de La Catedral.

Sin lugar a duda su mejor receta para el éxito es su capacidad de enfoque, como él lo define. Así que con un buen sabor de boca, salí convencida de que esta historia de éxito era digna de ser contada desde La Catedral de los Chilaquiles en Chicago.

@chefambrociogonzales



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