Cómo comer en La Paz sin caer en el Bismarkcito

 
Laura Rodriguez
hrs.

La Paz BCS. Este puerto y capital del estado parece estar saliendo de un letargo de casi 20 años en los que aparentemente no pasaba nada. De un tiempo para acá ha tenido un despertar en materia turística y gastronómica de llamar la atención.



Resulta que vinimos a visitar a unos orgullosos paceños que son nuestros amigos y en su afán de mostrarnos todas las novedades por poco morimos de congestión alimenticia el sponsor y yo.

Apenas nos habíamos bajado del avión cuando comenzamos con el desayuno en San Benito, el paraíso de la vitamina “T”, un restaurante de auténtica comida mexicana en donde la estrella principal es la “torta famosa” de milanesa con queso mozarela y “la torta especial” de pierna de cerdo preparada con cerveza negra; pero también la hay con cochinita pibil o la torta “boneless” con muñones de pollo en salsa búfalo todos montados en un pan doradito con mantequilla.

Pero como lo mío son los antojitos, no me pude resistir a las flautas doradas de carne con esquites y salsa macha, o las ahogadas en sopa de fideo, seguidas de un plato de lengua en salsa verde, que nada más acordarme quiero regresar.

Una curiosidad de este lugar es un airstream que tienen los dueños en honor a Benito, su perro favorito y anfitrión de todos los que aman a los animalitos, ahí se pueden tomar fotos y entrar con sus mascotas, ya que son pet friendly.

Cantina asiática

En Janta Asian Pub, propiedad de la dupla formada por los empresarios y esposos

Luis Araiza y Yudit Camacho, tomamos el almuerzo, es un restaurante con una fuerte tendencia a la comida japonesa pero fusionada con los ingredientes y sabores bajacalifornianos situado frente al malecón de La Paz con una vista inmejorable.

Arrancamos con unos shishitos rellenos de camarón, unas costillitas coreanas de cerdo glaseadas con una pasta de chile, cebollín y kurogoma, (ajonjolí negro tostado) de suave consistencia y delicioso sabor agridulce, además de un sashimi de jurel en salsa nikiri y chile serrano solo para abrir el apetito.

Después llegaron los calamares thai fritos con un toque de ajo picante y cebollín, que despertaron mi golosidad por lo crujiente y no podía parar de comerlos; estos fueron seguidos por una embarcación de nigiris con una excelente selección de pescados como el salmón trufado, hamachi braseado y atún O-Toro con caviar.

La variedad de makis es digna de mencionar, los hay naturales, premium o capeados, con ingredientes especiales y mucha creatividad. Cuando creímos que ya todo había terminado apareció un capelo con un nigiri de wagyu con hoja de oro oculto por la niebla del humo que lo saboriza, simplemente delicioso.

Finalizamos con un cannoli relleno de arroz con leche, un pie de queso con macha y un carajillo con paleta de vainilla que nos dejó la dulzura con la que cerramos este bien logrado almuerzo en un lugar en que los locales han tomado como centro de reunión para sus celebraciones.

Atardecer, tragos y más comida

La Paz se caracteriza por sus bellos atardeceres y para tener una de las mejores vistas fuimos con Luis y Yudit a “Azotea”, un rooftop ubicado en la parte superior del hotel República Pagana, un establecimiento boutique de 12 habitaciones con tres restaurantes.

Este bar es tan demandado por propios y ajenos que para obtener una mesa hay que reservar dejando una garantía en la tarjeta por 800 pesos por persona, que serán cargados inmisericordemente en caso de no asistir.

Más allá de los tragos que están bastante buenos como la “Margarita Hemingway” que pidió el sponsor o un mezcal de agave cupreata que me receté para ayudar a la digestión, lo que te deja con la boca abierta son los colores del cielo cuando el sol concluye su labor de ese día.

En el primer piso se encuentra “Comedor” el restaurante fusión asiático-mexicano con una decoración muy singular que me recordó al Amazónico de Madrid. Con el poco espacio que quedaba en nuestros estómagos decidimos ser mesurados al ordenar.

Solamente pedimos la gyozas de pork belly, jalea de soya y piloncillo, con chiles secos y ajonjolí, además de las berenjenas asadas en miso, curry rojo, amarillo y negro, este último adicionado con tinta de calamar que le daba un sabor indescriptible, acompañado de salsa de cacahuate.

Como plato principal se nos antojó un New York asado “estilo mongol”, con col al wok, guacamole y salsa Robertina, estilo guerrerense; además del arroz frito meloso, con huevo pochado a baja temperatura, salsa macha, tomate cherry, alioli de ajo rostizado y hojas de lima kaffir.

Para cerrar con broche de oro pedimos el pie de limón deconstruido y el pastel de chocolate semi amargo coronado de nibs de cacao, caramelo de cinco especies incluidos el anís y cardamomo. Imposible decidir cuál era mejor.

Luego de este maratón gastronómico al que no me pude negar, terminé ingiriendo una pastilla de omeprazol para controlar la acidez estomacal que generosamente nos compartió Yudit @cucharamia, con la promesa de que al día siguiente habría más hallazgos culinarios que en otra ocasión les contaré.



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