Alces, bisontes y falafels en Jasper

 
Laura Rodriguez
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Jasper. Hay destinos que se ganan el corazón no solo por su belleza, sino por su capacidad de levantarse después del fuego. Jasper, esa joya escondida en las Rocosas Canadienses, es uno de ellos.



Hace apenas un año, las llamas amenazaron con devorarlo todo: el Parque Nacional, sus bosques centenarios y las casas de sus habitantes. Pero Jasper resistió. Como el ave fénix, hoy vuelve a brillar entre montañas, lagos turquesa alimentados por glaciares y pinos que, tercos, insisten en seguir verdes.

Recorrer sus calles después de aquella prueba es ver la resiliencia hecha pueblo: los letreros de bienvenida relucen, los turistas regresan, y los restaurantes hierven de vida y aromas. Porque si algo los caracteriza es que celebra la supervivencia también con el estómago.

Sabores del mundo

Como parte de las actividades de Go Media, el evento más importante en el que destinos y prestadores de servicios canadienses se reúnen con los medios de todo el mundo, está hacer recorridos por los principales atractivos de este pueblo al que le tocó ser la sede este año.

Como buen Glotón Fisgón por supuesto que yo elegí hacer un tour gastronómico para descubrir los sabores ocultos en este pueblo de Alberta.

Iniciamos en Reasly, un local de comida marroquí que parece sacado de un sueño oriental. Allí, el aroma del comino y el pan recién hecho se mezcla con el aire frío de la montaña.

Como entrada probamos el falafel con verduras encurtidas, crujiente por fuera, suave por dentro, acompañado de zanahorias y rábanos en vinagre. Un bocado y su sabor te transporta directo a un zoco de Marrakech, aunque con vista a los arboles que están tomando los matices otoñales.

El perro que no muere

Después, pasamos al Dead Dog, un sports bar que se encuentra junto al hotel Astoria. Aquí el ambiente es puro bullicio: pantallas, cervezas y mesas donde el hockey se discute como religión.

El plato estrella, la costilla de bisonte a la barbecue acompañada con poutine, casi el platillo nacional. Las papas bañadas en salsa y queso son un abrazo calórico que uno agradece después de caminar entre las calles de este pintoresco lugar.

Elk y espuma

No podía faltar la visita a la Jasper Brewing Co., orgullo local y pionera como la primera cervecería artesanal dentro de un parque nacional canadiense. Entre tablas de madera y luces cálidas, pedí la carne de elk (alce), un platillo que me reconcilió con mi apetito carnívoro. Tierna, jugosa y con un sabor ligeramente dulce, acompañada de una cerveza ámbar que hacía honor al paisaje: dorada, limpia y poderosa.

Mar y montaña

El cierre del tour fue en el Fiver River Restaurant, un sitio elegante y acogedor donde la dueña, originaria de Quebec, ofrece mariscos frescos con toque francocanadiense.

Empezamos con una sopa cremosa de almejas y seguimos con un salmón glaseado que sabía a río y a mantequilla. Pero el verdadero aplauso fue para el cheesecake casero, tan cremoso que parecía una nube atrapada en un plato.

Resiliencia en un cuenco

Jasper no solo sobrevivió al fuego; lo transformó en impulso. Hoy, su comunidad renace con la fuerza de los que saben que el turismo, la hospitalidad y la buena mesa también reconstruyen. En cada restaurante, se percibe una mezcla de orgullo y gratitud. Los meseros sonríen más, los cocineros saludan desde la cocina y hasta el aire parece tener sabor a esperanza.

Jasper sigue siendo un lugar donde las montañas te roban el aliento, pero los sabores te lo devuelven con generosidad.  



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