Los “heterónimos” del servicio exterior

 
Carlos Velázquez
hrs.

En las páginas finales de la tesis de licenciatura que escribió hace 30 años Tere Solís, hoy directora de turismo de Deloitte México, hay algunas reflexiones sobre los propósitos y la situación jurídica de la “paradiplomacia”, donde enmarca a los funcionarios dedicados al turismo dentro de las embajadas y consulados.

Sus funciones: Promover la afluencia de corrientes turísticas del exterior; impulsar la imagen de México como destino; participar en las ferias y eventos turísticos; mantener las relaciones con los profesionales de los viajes; vigilar las variaciones en los mercados turísticos para tomar decisiones inmediatas ante los cambios.



Ya sobre la situación de estos servidores públicos en las embajadas, identifica diferencias en su condición: Falta de uniformidad en los procedimientos y categorías del personal; incertidumbre sobre el trato de las autoridades locales; desaprovechamiento de los instrumentos jurídicos existentes para promover eficazmente la cooperación turística entre México y otros países.

Al no otorgarse un marco jurídico óptimo, también advierte como consecuencia el uso ineficiente de los recursos materiales; además de ambigüedad respecto a los derechos y obligaciones de los funcionarios.

En sus conclusiones, Solís destaca: “Al menos en lo que respecta al sector turismo, la actividad paradiplomática se orienta prioritariamente por objetivos de orden económico. A diferencia de la diplomacia tradicional, la cual cumple funciones de tipo político, la paradiplomacia impulsa intereses económicos más concretos, mantiene propósitos de más corto plazo, se desarrolla en un ámbito técnicamente más especializado y se observa una mayor identidad de objetivos con el sector privado”.

La tesis analiza con más profundidad este aspecto, pero en el ánimo de sintetizarlo al máximo las preguntas que prevalecen son: ¿El marco jurídico es el adecuado para garantizar el éxito de las actividades paradiplomáticas en beneficio del turismo mexicano? y ¿un embajador o un cónsul con obligaciones y metas políticas es el adecuado para realizar una tarea fundamentalmente técnica y económica?

Inquietudes a las que se refería hace tres décadas una egresada de la carrera de relaciones internacionales y que ahora recobran vigencia por las decisiones de este gobierno.

Por ejemplo, y sin ir muy lejos, ¿es compatible que un embajador que defienda una posición de visado restrictiva hacia un país y al mismo tiempo se encargue de promover que sus habitantes vengan a México?

Un caso extremo, lo tenemos en este mismo momento al sur de nuestra frontera en países como Guatemala, Belice y El Salvador.

Hoy la apuesta de la Secretaría de Relaciones Exteriores, cuyo titular es Marcelo Ebrard, va en el sentido de que el nuevo Diplomado en Turismo del Instituto Matías Romero sea impartido a embajadores y cónsules.

No hay que ser un novelista destacado para imaginarse, entonces, un día de trabajo del embajador de México en Guatemala en el que, por la mañana, salga a defender en televisión la necesidad de que los guatemalteco sólo vengan a México con visa. Para acudir horas después a una cena con los principales empresarios de dicho país e invitarlos a organizar sus viajes de incentivos en México.

Eso sólo funciona con los heterónimos de Fernando Pessoa.



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Periodista apasionado de los viajes y de entender y comunicar cómo funciona la industria del turismo.

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